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El misterio del pajarito herido

Rosita vive en una bonita casa de madera junto a un bonito lago, cerca de un hermoso bosque. Rosita era muy feliz allí. Lo que más le gustaba a la niña era escuchar el canto de los pájaros, observar su vuelo y buscar sus nidos. Aunque nunca cogía ninguno. 

Un día, Rosita encontró un pajarito herido. Rápidamente, Rosita cogió al pajarito y lo llevó a casa. Allí le limpió y curó las heridas. 

Después, con mucho cuidado, la niña salió de la casa y lanzó al pajarito. Pero el pajarito no pudo mantener el vuelo y acabó aterrizando torpemente en el suelo.

Rosita fue corriendo a recoger al pajarito a ver si estaba bien. Su papá, que había visto todo lo que había pasado, le preguntó a la niña:

-¿Qué pasa, Rosita? ¿Todo bien?

-No, papá -respondió la niña-. He curado a este pajarito herido, pero no puede volar.

-Creo que tiene un ala rota -dijo su papá-. Vamos dentro. Te enseñaré a curar las alas rotas de los pajaritos.

Rosita observó a su papá mientras curaba al pajarito. 

-¿Ya está? ¿Ya puede volar? -preguntó Rosita.

-No, pequeña - dijo su papá-. Ahora el pajarito debe reposar unos días para que se cure del todo.

Rosita vació una vieja jaula de pájaros que utilizaba para jugar con sus peluches y metió allí al pajarito. Pero cuando se despertó a la mañana siguiente, el pajarito había desaparecido.

Rosita salió corriendo en busca de su papá, llorando porque el animalito había desaparecido. Juntos, padre e hija, buscaron al pajarito por toda la casa. Pero fue su mamá la que encontró al pajarito, aterido de frío, en el porche. 

-Casi se lo come el gato, Rosita -dijo su mamá-. Debes tener más cuidado.

Rosita cogió al pajarito, lo metió de nuevo en la jaula y se fue a desayunar. Pero al regresar, el pajarito había desaparecido.

Esta vez el pajarito no estaba muy lejos, pero lo suficiente como para convertirse en presa fácil del gato. Menos mal que Rosita lo vio a tiempo y lo recogió.

Rosita estaba decidida a descubrir el misterio. ¿Quién abría la jaula? ¿Cómo conseguía el pajarito salir? Para descubrirlo, la niña lo encerró y se escondió detrás de la cama.

Al poco Rosita vio que el pajarito abría la puerta de la jaula sin mucha dificultad con el pico y se lanzaba fuera volando como podía, saltanto cuando le daban sus pequeñas patitas.

-¿Así que esas tenemos, pajarito? -dijo la niña-. No quieres estar encerrado, ¿eh?

Descubierto el misterio, la niña preparó un nido de pájaros en una cajita de cartón, a la que recortó uno de los lados para que el pajarito pudiera ver desde su nido. 

-Te pondré de cara a la ventana para que veas el bosque -dijo Rosita-. No tengas miedo. En cuanto estés listo podrás marcharte. 

El pajarito se quedó con Rosita en su habitación varios días hasta que, una mañana, al abrir la ventana, decidió que ya era hora de volver a casa. 

Todas las mañanas el pajarito vuelve a ver a Rosita y le dedica un hermoso canto junto a la ventana.

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