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El leñador y la niña del árbol

Había una vez un leñador solitario que vivía en una casa apartada junto a un hermoso y poblado bosque. El leñador era muy trabajador. Desde que amanecía hasta que se ponía el sol, el buen hombre trabajaba sin más descanso que el necesario para comer o beber agua. 

Un día, mientras partía los troncos de unos árboles que se habían caído tras una tormenta a varios kilómetros de su casa, el leñador escuchó algo a lo que no estaba acostumbrado: voces humanas.

El leñador miró a su alrededor. No entendía lo que decían las voces, pero aún así se preocupó.

-Por aquí no suele venir nadie -pensó el leñador-. Algo debe pasar. Voy a echar un vistazo.

Un poco asustado por si se trataba de algún tipo de maleante, el leñador empezó a investigar de dónde venían aquellas voces, escondiéndose tras árboles y matorrales, moviéndose intentando no hacer mucho ruido. Pero no vio ni oyó nada.

-Habrá sido el viento, que me ha confundido -pensó el leñador. Y siguió partiendo troncos.

Pero nada más empezar el leñador volvió a oír voces. Esta vez un poco más fuertes. Aunque seguía sin entender nada, al menos sí fue capaz de distinguir algo que parecía un lamento.

-¡Quién anda ahí! -gritó el leñador, cogiendo con fuerza su hacha en señal de fuerza.

-¡Ayúdame! -dijo una voz infantil.

-¿Dónde estás? ¿Qué te pasa? ¿Quién eres? -preguntó el leñador con voz grave y decidida, intentando ocultar que, en el fondo, estaba un poco asustado.

-Estoy atrapada dentro de un árbol -dijo la persona misteriosa-. Soy la hija del gobernador.

-Voy a por ti -gritó el leñador.

-Date prisa -dijo la niña.

El leñador buscó un árbol lo suficientemente grande como para que pudiera caber una persona dentro. Cuando lo encontró, trepó hasta la copa. Una vez arriba vio un gran hueco cubierto de ramas. El leñador cortó las ramas con su hacha y ayudó a la niña a salir. 

-Cuidado con mi vestido, no quiero que se estropee -dijo la niña.

Justo cuando el leñador y la niña posaban los pies en el suelo apareció un chico con muy mala pinta. 

-Corre, leñador -dijo la niña-. Este hombre me raptó y me metió en el árbol.

-No pienso ir a ningún sitio -dijo el leñador-. Tú, ven aquí por las buenas y entrégate si no quieres descubrir el chichón tan grande que puedo hacerte con el mango de mi hacha.

El chico no sabía dónde meterse. ¿Quién era aquél hombre tan rudo que le amenazaba con un hacha?

-Yo no soy ningún delincuente -dijo el hombre-. Soy el hermano mayor de esa niña. Llevo días buscándola. Se escapó de casa porque no quería cumplir con sus obligaciones.

-¡No le hagas caso, leñador! -dijo la niña-. ¿No ves la pinta que tiene y lo elegante que es mi vestido? Quiere raptarme.

-¿Qué dices, hermanita? -dijo el chico-. Ese vestido es el que llevó mamá en su boda. Y si yo estoy hecho un asco es porque llevo días en el bosque buscándote.

-Entonces, ¿eres o no eres la hija del gobernador? -preguntó el leñador.

Al chico se le escapó una carcajada que se oyó en todo el bosque. La niña permaneció callada. 

-Vamos a ver al gobernador para aclarar todo esto -dijo el leñador.

-No hace falta -dijo la niña-. Es verdad todo lo que dice este chico. Me escapé y me metí en el árbol, pero la tormenta tapó el agujero con ramas rotas y no podía salir. Cuando te oí inventé toda esta historia. 

-¿Por qué? ¿No quieres a tu familia? -preguntó el leñador.

-Sí, pero vivimos entre cerdos, vacas y gallinas. No me gusta el olor ni la suciedad que tenemos alrededor -dijo la niña.

-Pero es nuestro medio de vida -dijo el chico-. Si quieres algo mejor estudia y esfuérzate para labrar tu propio porvenir. Pero también tienes que ayudar un poco en casa, como hacemos todos.

-Esto que has hecho es muy peligroso y podría haber acabado muy mal -dijo el leñador a la niña-. Deberías pensar más en lo que haces, ser más responsable y dar gracias por lo que tienes. 

-Creo que a partir de ahora pondré un poco más de mi parte -dijo la niña-. Gracias por todo.

La niña y su hermano regresaron a casa charlando alegremente sobre lo que harían a partir de ahora para que ella consiguiera sus sueños sin mentiras ni sustos. Porque con entusiasmo, esfuerzo y el apoyo de los que te quieren todo es posible.

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