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El globo de Pequeño pollito

Mamá Gallina había estado en el mercado aquella mañana. Compró azúcar para endulzar la vida a pequeñas cucharaditas, un gran tarro de miel para los días en que le doliese la garganta, media docena de huevos para preparar la tortilla de patatas del domingo, un kilo de fresones enormes para tomarlos fresquitos junto a un buen vaso de leche en la merienda y unas hojitas de laurel para dar sabor a la paella. 

Y como Pequeño pollito amarillo había hecho todas las tareas del cole, había ayudado a poner la mesa y recoger los platos y había depositado los calcetines sucios dentro de la lavadora en vez de dejarlos olvidados debajo de la cama, Mamá Gallina decidió llevarle un gran globo. Era precioso. De un color rosa brillante.

Pequeño pollito amarillo se alegró muchísimo al ver regresar a Mamá trayendo tantas cosas ricas y ese gran globo rosa para él. Por eso le dio un beso muy muy grande, de esos que suenan y se quedan pegados en la mejilla por mucho tiempo. 
- ¡Muaaac! ¡Gracias mami!

Y mamá Gallina le dijo dulcemente:
- Ten cuidado. Átalo bien a tu patita.
- Vale mami.

Pequeño pollito amarillo salió feliz a pasear por el campo y corrió y corrió alegre con su globo rosa toda la tarde, mostrándoselo al señor Conejo mientras éste limpiaba con esmero la entrada de su madriguera con una escoba, y a la señora Pata mientras montaba en bici camino a casa después del trabajo. Pero sobre todo presumió de él
ante Pequeño pajarito gris y Pequeño sapito verde que leían un cuento cobijados bajo la sombra de un frondoso árbol. En cambio, no prestó ninguna atención al consejo de su Mamá.

Pronto se hizo de noche. Oscureció. Se posaron en el cielo miles de estrellas como gotitas de luz y acto seguido apareció una enorme luna presumida. Mamá Gallina muy asustada por Pequeño pollito amarillo salió a buscarlo. No tardó en encontrarlo llorando bajo un manzano, justo en medio de un charco de lágrimas.
- ¿Qué te sucede? - le preguntó muy preocupada.
- Mami, mi globo se ha escapado y se ha ido volando al cielo - contestó entre sollozos y tremendamente triste.
- No te preocupes - le dijo Mamá Gallina mientras limpiaba sus lagrimones con la puntita de su pañuelo de encaje- Mira el cielo. Todas esas luces brillantes son los globos perdidos que al llegar allí arriba, se transforman en diminutas estrellas para iluminar los sueños de los pollitos como tú.
- ¿De verdad? 
- Claro Pequeño.

Y diciendo esto, Mamá Gallina lo abrazó con ternura.

Datos del Cuento
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