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El camarero extraterrestre

Verdupango era un extraterrestre que vivía en el planeta X-57, en una galaxia muy lejana, al otro lado del universo. Verdupango era un ser de color verde, con trompetillas en las orejas y grandes ojos negros. Cuando habría la boca, a Verdupando se le separaba la cabeza en dos. 

Verdupango tenía el cuello largo y delgado, dos piernas y dos brazos fuertes, pero de escasa longitud. Su cuerpo era también pequeño y redondeado. 

Verdupango estaba aburrido de su planeta y quería explorar otros mundos. A sus trompetillas había llegado la noticia de un planeta en el Sistema Solar llamado Tierra donde había vida. Todo decidido, Verdupango preparó su nave para viajar hasta allí.

-Pero en la Tierra la gente tiene que trabajar para ganarse la vida -le dijeron sus amigos.

-Pues trabajaré -dijo Verdupango-. Seré camarero. Cuando me toca servir aquí todo el mundo me dice que lo hago mejor que nadie.

-Pero tendrás que trabajar muchas horas seguidas -le decía su padre-. Aquí te toca de vez en cuando, y solo lo hacemos para pasar el tiempo y no aburrirnos.

-Precisamente por eso me voy, porque aquí me aburro -dijo Verdupango.

Verdupango cogió su nave espacial y puso rumbo al planeta Tierra. El intrépido extraterrestre aterrizó justo en medio de una plaza donde se celebraba una fiesta de disfraces.

-¡Eh, cómo mola tu disfraz y tu vehículo! -le decía la gente que había por allí.

-Estupendo, aquí pasaré desapercibido -pensó Verdupango-. Voy a ver si como algo en algún sitio.

Pero Verdupango pronto descubrió que no podría comer nada si no pagaba por ello. Pero no tenía dinero, así que se puso a buscar trabajo.

Pero encontrar trabajo no era tan fácil. La gente no quería contratar como camarero a un personaje con esa pinta tan rara.

-Aquí no se puede venir disfrazado a trabajar -le decían los propietarios de los bares. 

Harto de buscar, Verdupango decidió volver a su casa, pero la nave no despegaba. Se había quedado sin combustible. Con un hambre atroz y sin combustible, Verdupango sintió que el mundo se le venía encima.

-Eh, tú -le dijo una chico vestido de Drácula-. He visto que buscas trabajo. Voy a dar una fiesta de disfraces y necesito un camarero. Tu traje es muy original. Eres perfecto. 

Verdupango aceptó el trabajo. Disfrutó como nunca ejerciendo de camarero, aunque después de tres horas tenía los pies hechos polvo. Pero él siguió trabajando con su sonrisa bien grande.

Cuando acabó, el chico disfrazado de Drácula le pagó. 

-¡Pero con esto no me da más que para comer algo y llenar medio depósito de combustible de la nave! -protestó Verdupango.

-Lo has hecho muy bien, pero esto es lo que te corresponde por el trabajo de hoy. Mañana damos otra fiesta cerca de aquí. Te puede ofrecer más trabajo si quieres -dijo el chico.

Verdupango aceptó. Poco a poco, a Verdupango le fue saliendo más trabajo y, como tenía una pinta tan original y trabajaba sin perder la sonrisa, le llamaban de todas las fiestas.

Así fue como Verdupango hizo realidad su sueño y se convirtió en un camarero famoso.

Datos del Cuento
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