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El Pulso de la Noche

EL PULSO DE LA NOCHE





“Son las 3:57 AM y afuera es una noche terrible, según las planillas del servicio meteorológico actualizadas a las 3,30 de la mañana., si es que se les puede creer algo a esos tipos que se la pasan estudiando mapas y hojeando instrumentos y que por lo general, la cagan siempre. ¿Se han fijado ustedes en lo mucho que se parecen un meteorólogo y un político? Los dos se dedican a arriesgar pronósticos y por mucho que le erren, siempre permanecen en sus sitios. Nadie les pide explicaciones y ellos no pierden el tiempo en darlas. Pueden aconsejarle el peor de los disparates: que lleven un sweater sobre los hombros en plena ola de calor o que depositen sus plazos fijos en el Banco Nación, antes de comprar dólares. Total, es la suerte de los otros y uno puede darse el lujo de ser descuidado con la suerte de los otros.
“Vamos a darles el gusto: la planilla del servicio meteorológico dice que la temperatura es de 3 grados bajo cero y la sensación térmica, por obra y gracia del viento sur, de 7, siempre hacia abajo. La presión atmosférica está baja: 990 hectopascales o como mierda se llamen, y el viento sopla a 60 kilómetros, más allá del límite de velocidad permitido en la zona urbana.. El único consejo potable que puedo brindarles es que se arrimen a un calefactor, si es que aún lo les cortaron el gas o que traten de encender alguna fogata, si Doña Providencia les negó el sagrado derecho al techo propio.
“Son las cuatro de la mañana. Vamos a ofrecerles un frustrante segmento de noticias y luego, un tema de uno de los más sabios hechiceros de la tribu: John Fogerty y Creedence Clearwater Revival, con “Mala Luna”, “Bad moon rising” para los expertos.
“Soy Ariel Hoffman, -encantado, creo que ya nos conocemos- y éste es “El Pulso de la Noche”.

“Veo una mala luna elevarse
veo problemas en el camino,
veo incendios, maldad y relámpagos,
veo malos tiempos por venir.
No salgas esta noche,
Si no quieres perder la vida.
Hay una mala luna saliendo”.


Solo podía ver el cartel de En el Aire emitir un resplandor rojizo a punto de encenderse, y el rostro del operador en la cabina, animándome con una mano. Encendí un nuevo cigarrillo y apenas si tuve tiempo de llenar el vaso de Cutty Sark, antes que el letrero me lanzara al aire. Como de costumbre, no sabía que mierda decir pero cuando mi boca rozaba el micrófono, la niebla quedaba atrás. Ese parecía ser el único estímulo necesario, junto a una hoja tamaño oficio que contenía algunos ítems. Le di una larga chupada al cigarrillo.


“El Pulso de la noche”. Me parece que ésta noche, el pulso está fallando y si hay alguna ambulancia por aquí cerca, más vale que se dé una vuelta por el estudio. El conmutador está repleto de llamadas. Gente desesperada, gente a punto de tomar una decisión. Un crítico dijo que éste programa bien podría llamarse “El Club de los suicidas”, pero mucho me temo que al gran Robert Louis Stevenson se le ocurrió antes.
“Todos me apuntan con sus cañones, el Comfer me sigue detrás y cada Liga de Padres Amantes de la Familia y el Estupro Privado, busca echar mis huevos en una sartén. ¿Es que acaso soy tan importante? ¿Hay pendejos del otro lado escuchándome? Son las cuatro de la mañana y no es una hora agradable. La mayoría de mis colegas cree que es la hora de la reflexión y la música suave y de gente que se levanta de un salto y con alegría para ir al laburo. Llenan sus espacios con mensajes optimistas y abren con el tema de Serrat, “Hoy puede ser un gran día”. Déjenme desilusionarlos. Hoy va a ser un día de mierda, uno más al fin de cuentas. Mientras usted escucha ésta sarta de estupideces, alguien cerca suyo está a punto de llevarse un revólver a la boca. En algún callejón oscuro, se comete una violación. Puede que un par de cirujas se estén muriendo de frío y una pendeja de quince años, a punto de provocarse un aborto con una aguja de tejer. Pueden ignorarlo, claro. Cuando salga el sol, no quedará más rastro de ellos que diez líneas en la sección policiales de su diario preferido. Como diría mi adorada Carly Simon, ocurre cada día...¿por qué debería sorprendernos?
“Ya les dije un millón de veces que no llamen por teléfono. Es mejor mantener una relación aséptica. ¡No soy la estúpida de Luisa Delfino ni hay un psicólogo a mi lado, esperando turno! Soluciones sus rollos, si es que les da el cuero y si no...pueden que sean el relleno del diario de mañana. No usen navajas ni hojas de afeitar ni lazos corredizos...no son seguros. Si no sufren de vértigo, suban a un edificio lo suficientemente alto o cómprense un revólver que no sea calibre 22. No es confiable. Un viejo conocido trató de sacarse del medio con una bala del 22 y lo único que logró, fue hacerse una microcirugía cerebral.
“Suena el teléfono rojo. Creo que se me fue la mano otra vez. Mientras veo si me levantan el programa o no, los dejo con la amada Carly. “Ocurre cada día”
“El Pulso de la Noche”.


Levanté el tubo, mientras el operador se pasaba el filo de la mano derecha sobre el cuello. Vacié el vaso.
-Hoffman...¿está loco?
-Claro. ¿No se lo dije medio millón de veces por lo menos?
-El Comfer nos va a despedazar. ¿Qué tal si le descuento las multas del sueldo? ¿Sabe lo que significa “apología del delito”? Eso se paga con la cárcel.
-Tienen una radio allí- le dije. –No es mala idea.
-Ya no sé que hacer con usted. Mi abogado me pide a gritos que le dé una patada en el culo. Mi mujer me exige que lo crucifique en el salón de actos. Solo mi hijo adolescente lo defiende a muerte...y su psiquiatra le prohibió escucharlo.
-Buen chico. Tráigalo a trabajar conmigo.
-Hoffman...
-Cálmese. ¿Por qué no le echa una mirada a la carpeta de anunciantes? Es la mejor terapia que se me ocurre.
Colgué.


“El Pulso de la Noche”. Bueno, parece que mantendremos el espacio, al menos por una noche más. Jodéte, Dolina. A propósito, ¿por qué me escuchan ustedes? Si no detestara tanto las encuestas, les juro que caería en la tentación. No es la música, seguro, ni tampoco la voz agradable. Debe ser el componente de sadismo que tenemos en reserva, ese que nos hace aminorar el paso cada vez que nos topamos con un accidente de tránsito. Si no tuviera un rating tan escandaloso, seguramente estaría mirando el mundo a través de una ventana de medio metro. Ustedes son mi seguro de inmunidad. Podría pasarme la siguiente media hora puteando o soltando sonidos escatológicos y nadie notaría la diferencia. Tengo una idea para un programa de tevé que rompería todos los moldes, para los martes a las diez de la noche: se llamaría “Autopsia”, transmitido directamente desde la morgue. ¿Qué gasto de producción necesitaría? Sólo dos cámaras, una en cada extremo de la mesa de losa y otra para los primeros planos. Cincuenta puntos de rating, garantizados. ¿No es eso lo que hacen todos? Ese insufrible sensacionalismo velado. Se limitan a ocultar la sangre debajo de la alfombra. Lo que no se ve, no existe y ustedes, ignorados oyentes...no existen. Están atrapados en sus madrigueras, temerosos de salir a la calle, esperando que el mundo detenga su movimiento de rotación y les permita bajar. Puede que aún sujeten un puñado de sueños miserables en la mano, como un chico podría empuñar globos de colores en un parque soleado. La vida tiene dientes, amigos y vecinos...y sus mordeduras son infecciosas. Solo que tardan en hacer efecto. Mata en un lapso promedio de setenta años...menos, si tienen suerte. Pueden rebelarse, inyectarse antídotos hasta que ya no tengan lugar en las venas y quizás, hasta crean que la toxina desapareció sin dejar rastros. Pero está allí, esperando el momento adecuado. El mensaje es: crezcan, cojan y dejen que el veneno haga el resto. No dejarán rastros detrás., eso es seguro: el mismo veneno se encarga de borrarlos. Apenas serán fotos viejas, que sus hijos desempolvarán de cuando en cuando para esbozar una sonrisa pequeñita. Anoten esta definición: la vida no es más que un jardín repleto de flores muertas.
Mick Jagger lo dijo antes y con más sensualidad.
Los Rolling Stones, “Flores Muertas”.
“El Pulso de la Noche”.


-Ariel,
El operador me hizo una seña.
-Tenés teléfono. Línea dos.
-¿Quién mierda es?
-Tu mujer, creo.
-Traéme otra botella.
Era ella.
-Clara...
-Me voy, Ariel.
-¿Qué decís?
-Te dejo. Estoy metiendo las últimas cosas en un bolso. No quiero nada. Ponéme delante lo que tenga que firmar. Podés quedarte con la casa y el coche. El colectivo sale a las seis.
-Clara, a esa hora termino el programa- le dije, más que nada fastidiado. –Calentá café. Podemos hablarlo cuando llegue.
-Tengo el pasaje en el bolso. Ya es tarde, Ariel. Ayer hubieras tenido tiempo. Aún antes de salir para la radio, hubieras tenido tiempo. Solamente esperaba una señal...un guiño, lo que sea. Se terminó.
-Un minuto. Podés esperar un minuto antes de cortar. Se está terminando el tema.
-Ariel...


“El Pulso de la Noche.
“Gracias Mick. Ustedes nunca tuvieron la menor importancia, pero puedo decirles que hoy la tienen menos todavía. Tengo una persona en línea...alguien que ya ha tomado una decisión. Creo que habla en serio. Ese es el problema con la gente que tenemos al lado: no logramos ver las señales que emiten. Siento frío, y doy fe que nada tiene que ver esos jodidos cinco grados bajo cero que soportan allá afuera. ¿Tienen conciencia de la soledad? Algunos estúpidos sostienen que la soledad tiene su costado beneficioso. Déjenme decirles algo: la soledad es una maldición. Es un quiste en la costura de los huevos. Quizás puedan sentirse cómodos en ella y decirles a todos que quien está solo tiene una poderosa vida interior, que puede bastarse por sí mismo, que esa llama no necesita alimentarse con la leña de la compañía. Pelotudeces. Miren a su alrededor. Sólo paredes. Nadie los espera en la cama. Ustedes no han escrito un libro: solo han firmado remitos; el hijo que han tenido los detesta en silencio y el úni89 árbol que han plantado, tiene hojas negras y frutos podridos. Nadie va a levantarse media hora antes para prepararles café. Si faltan a sus trabajos, víctimas de algún extraño virus, el teléfono recién sonará al tercer día. Pueden morir en soledad y sus vecinos solo serán alertados por el hedor.
“Tengo una conversación pendiente. Los dejo en la dulce compañía de Eric Clapton, que tal vez haya pasado por un trance similar. Se lo dedico a quien me espera, del otro lado de la línea.
“Eric Clapton, “Before accuse me”.
“Antes de acusarme”.
“El Pulso de la Noche”.


-Clara- dije, cerrando los ojos.
-Es inútil, Ariel- contestó ella y fue en ese instante en que supe que todo se había terminado. –Voy a llevarme solo dos fotos: las que están encima de la repisa. Allí te dejé el número de teléfono de una prima. El resto está como lo dejaste.
Recordaba esas fotos. En la primera de ellas, Clara vestía unos vaqueros y estaba en la cima de un tobogán. Yo la esperaba al pie, con una mueca de lobo feroz. La segunda era clásica: yo la besaba a la salida del registro civil. Ella llevaba un sencillo vestido de gasa y una cinta roja sujetándole el pelo. Rara vez Clara hojeaba el álbum de fotografía, pero amaba esas dos y siempre las tenía a mano.
-Tenías esa mirada- dijo con suavidad. –Parecía como si hasta el zumbido de una mosca pudiera sorprenderte. Mis amigas adoraban tu pinta, o tu voz...pero yo me enamoré de esa mirada. Y la perdiste.
-Clara, podemos hablarlo. Un viaje juntos. Te lo prometí hace cinco años.
-Mi papá me regaló una estatua de porcelana cuando cumplí quince años. Era lo único que podía permitirse comprar. Una geisha. La conservé durante cuatro años, hasta que un día un golpe de viento la hizo caer de la repisa. Lloré como una loca. Se partió en tres pedazos y no sabés con cuanto cuidado traté de pegarla pieza por pieza. Pero la cabeza había quedado un poco ladeada y la cintita roja que le sujetaba el vestido, había perdido los bordes. Mi papá decía que se veía igual...pero no era lo mismo. ¿Podés entenderlo?
-Clara, yo te quiero. Puede que eso no tenga peso específico para vos, pero podemos recuperar algo. Sabés que no valgo nada...siempre fui un miserable con un porte digno...pero sin vos, soy menos todavía. Puedo soltar una agudeza tras otra, pero son solo palabras huecas. Espérame. No quiero rogar, y menos por teléfono.
-Ariel...


“El Pulso de la Noche.
“No estoy con ánimo. Las cosas van mal, detestados oyentes. La sensación de pérdida es irreparable. Puede que aprenda algo ésta noche: de nada sirve juntar los pedazos, ni esconderlos debajo de la alfombra. Todos perdemos algo en el camino, esa es una ley natural, pero su acepción para los perdedores como ustedes...y yo, es que dejamos todo en el camino. Solo recogemos las hilachas, y a veces ni eso. En ocasiones, lo único que cuenta es el sabor del cañón de acero contra el paladar.
“Pero siempre se puede rescatar algo, ¿verdad? Aunque sean los sesos desparramados sobre una pared. Quizás si dejamos rastros detrás...rastros de sangre.
“U2 y “Sunday, bloody sunday”.
“El Pulso de la Noche”.


Temblaba. Sujeté con una mano, la otra que aferraba el teléfono.
-Hice lo que pude- dijo Clara. –Durante más noches de las que quiero recordar, vi como te pudrías...podía sentir el olor de la infección. Al principio pensé que era desaliento puro y simple...sueños frustrados. Pero lo lograste...lograste casi todo lo que querías y eso dejó de tener importancia. Tus ojos...tendrías que mirarte al espejo. No quiero vivir al lado de un cadáver. Tengo solo treinta años...treinta años.
-Clara- dije. -¿Es por el alcohol? ¿Es eso? Puedo ir a Alcohólicos Anónimos esta misma tarde. Podemos ir juntos.
-¿Y después qué?- contestó ella, con su lógica desapasionada. –No es el alcohol. El alcohol es una pose, un ingrediente más de la imagen que te creaste. Te sentías bien, ¿no es cierto? Frente al micrófono, con un cigarrillo en la mano y la medida de whisky al alcance de la otra. Yo era un accesorio más: la pobre tonta que no captaba las agudezas de su marido.
Suspiró.
-Bueno, me cansé. No sé si te quiero o no y creo que ya no importa. Sólo que no puedo soportar el frío que emana de vos. Se termina el tema, Ariel. Tenés a toda la audiencia esperando la mierda habitual. Yo puedo esperar, ellos no.


“El Pulso de la Noche”.
“R-E-S-P-E-T-O, averigua que significa para mí. Creo que Aretha Franklin decía eso. Nunca lo había entendido, hasta hoy. Escuchen, amigos, por que quizás nunca estén más cerca de mí como hoy. Dicen que uno nunca está tan expuesto como cuando está herido, y yo estoy malherido. Nada tan drástico como para pedirle consejo a Don Smith and Wesson, pero sí para dejar que todo se descarrile definitivamente. Para determinados problemas, la única solución es el alcohol. Tengo varios amigos psicólogos que van a lincharme a la salida, pero no les hagan caso. Ese es mi testamento: déjense caer en los brazos de los amables pioneros, que escarbaban cebada con las uñas: Johnny Walker, el Viejo Contrabandista, Cutty Sark. Ellos conocen el abismo de la depresión y pueden llevarlos a la orilla. No hay nobleza mayor que aquella que puedes encontrar en el fondo de una medida de whisky. Esa es mi propuesta final. Les ofrezco una pausa. Vayan hasta sus bares de medianoche y arrasen con las estanterías. Aquí los espero. Como decían en las viejas películas de vaqueros, yo pago la primera vuelta. Mientras buscan en los estantes, los dejo en compañía de alguien que conoce algo de estos temas. Adrián Otero y Memphis la Blusera. Me saco la gorra, Adrián. “Montón de nada”.
“El Pulso de la Noche”.


-¿Aún estás ahí?
-Tengo que irme, Ariel. Son las seis menos veinte.
-¿Volveré a verte?
-No lo creo, salvo para algún trámite. Quisiera decir que lo lamento, pero solo siento alivio. Y ganas de partir.
-Te quiero, Clara- susurré, apretando el tubo. –Ojalá sirviera de algo.
-Buena suerte- contestó, y colgó. Tuve ganas de echarme a llorar. En cambio, vacié el vaso de un tirón y me tragué las lágrimas como un hombrecito.


“El Pulso de la Noche.
“Bien, llegamos al final...literalmente hablando. No hubo arreglo, señoras y señores...la dama se ha ido con la lluvia de abril. Eso me convierte en un perdedor. ¿Cargaron sus vasos? Dentro de dos horas, los locutores de las estaciones vecinas y el que está a punto de entrar al estudio, intentarán convencerlos que el mundo es un lugar brillante y justo, por el que vale la pena luchar. Las calles se llenarán de críos y colectivos escolares y bicicletas y el sol barrerá la escarcha. Entonces, dirán que nada ha pasado en realidad...que ha sido una bella noche, con las calefacciones ronroneando como gatos calientes y la cama, aún ejerciendo su viejo embrujo. Pero aún es nuestra hora, criaturas de la noche y en éste territorio, no pueden engañarnos. Pueden tocar “Aunque no lo veamos, el sol siempre está” treinta veces seguidas y no lograrán convencernos, por que en determinados lugares, la luz del sol retrocede. Lo saben, ¿verdad? No hay calor para los desesperados. El invierno es una mortaja. Quizás el día pueda filtrarse en los callejones, en las villas...pero el efecto de la mala luna sigue ahí, como una nube tóxica. Escondamos nuestros ataúdes en el sótano. Puede que crean que nuestras sonrisas son genuinas...si somos lo suficientemente astutos. Y ocultemos las llagas, hasta que llegue el momento glorioso de abrir nuestras camisas y exhibir cada llaga, el más pequeño rastro de pus.
“Un crítico dijo alguna vez que Joaquín Sabina era algo así como el aristócrata de la chusma. Tiene toda la razón. Como de costumbre, abrimos y cerramos con él. El muy hijo de puta tiene un tema para cada ocasión. Creo que el Cutty Sark va muy bien con “Cuando aprieta el frío”. Dales duro, Joaquín.
“Hasta mañana, ¿quién sabe?


“Y dile que la echo de menos,
cuando aprieta el frío,
cuando nada es mío,
cuando el mundo es sórdido y ajeno,
es de esas que dan,
siempre un poco más
que todo...y nada piden”.
Datos del Cuento
  • Categoría: Sin Clasificar
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