Aquella mañana, Ana cogió el autobús para ir a ver a su hermana en el pueblo. Subió, y pago su billete al conductor, busco asiento en la fila de atrás, llevaba el discman y pensaba ponerse los auriculares para escuchar música.
Llega a la última fila de asientos y ve una bolsa de plástico blanco. Al dar un vistazo dentro de la bolsa, encuentra una billetera negra de caballero. Cuando abre la billetera, no puede creer lo que ve: ¡un total de 600 euros!
Ana está a solas en los asientos. ¿Que debe hacer? ¿Llevarse la billetera a escondidas, o decirle al conductor que ha encontrado una billetera con dinero? Ese era el dilema, entonces empezó a pensar lo que debía o no debía hacer.
Su respuesta, penso, dependería de su código de ética. Ella definía la ética como el bien y el mal y sus relaciones con la moral.
Mentalmente repaso las enseñanzas de los pensadores eminentes y del filósofo griego Sócrates “Que debatió mucho sobre la definición exacta de lo que es el bien y la norma sobre lo que debe ser bueno o malo”.
Immanuel Kant, renombrado filósofo se concentró en el derecho de cada persona a decidir lo que debía hacer.
Pero Ana escogió una tercera opción. Aplicó la enseñanza de Jesucristo. Jesús enseño: “Todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos”.
Para sorpresa del conductor, ella le entrego la billetera con el dinero. Cuando la pregunta por qué no se había quedado con el dinero, Ana respondió, “NO ERA MIO”.
Claro está, una cosa es saber lo que es bueno, y otra muy distinta tener la fortaleza moral para hacerlo.