Jacqueline “N.N”
3:00 a.m. Acabo de entrar a Mi patética habitación en el hotel de medio peso en el cual estoy viviendo. Me siento. Lloro. Voy al baño, vomito tres veces, no soporto lo que acaba de suceder cinco horas atrás, asco, es lo único que puedo vivir.
Mis demonios se enfurecen, me gritan desde el averno, tengo mareo, todo fue extraño, sub real, escenas mounstrosas. ¿Fue una pesadilla?
Tengo ganas de nuevo de vomitar, me da diarrea, me siento en la taza del baño, estoy suelto, me estoy derritiendo por dentro, lloro y lloro. Mis ojos están hinchados de dolor, pienso en ella.
Salí a las 10:00 PM del Palacio de Bellas Artes, estaba asistiendo a una exposición de un tal Echeverría, pero la verdad es que fui por el cóctel prometido, tequila y margaritas, sonaba ideal para un jueves lluvioso, además de conocer una que otra puerca con ínfulas de intelectual.
Como siempre, no hubo mujeres interesadas en este proyecto de hombre, nada, ni una mirada, nada. Ya estoy acostumbrado.
Estuve largo rato conversando con un remedo de pintor, ya saben, de esos que usan boina y pañoleta en el cuello, señor de unos 60 años, interesante, ¿Dónde ha expuesto Maestro?, no, todavía no lo hago, se que la posteridad lo hará por mi. ¡ Pobre imbecil !, pienso
A esa hora, ya todos se habían ido, me quede a terminar la ultima botella gratis que había. Salí con ganas de seguir, había un evento que comenzaba a las 10:30 PM, estaba bien de tiempo, estaba feliz, sabia, que allá si ligaría algo.
La noche, fresca, muy fresca. Tranquila. Había llovido todo el día, así que los reflejos de la luna en el mármol del piso eran hermosos. Me gusta mucho el centro de noche.
Veo una niña llorando, tres años, no tenia mas, temblaba, sollozaba, preguntaba, llamaba a su Papa, ¡ Papito Miguel !, la vi, pensé en pasar a su lado, como todos lo hicieron. No pude. Me detuve, hola, ¿Tu Papa?, señalo un bulto al lado de una fuente de agua, me acerco, estaba allí, hecho añicos, drogado, borracho, llanto de la niña, Papito Miguel trato de pararse, no pudo, cayo como un bulto de mierda, no tenia camisa. Llanto, mucho llanto. ¿Qué hacia?
Pensé en lo que podía sucederle a esta niña si la dejaba allí, sola, ya que la mierda de Papa que tenia no estaba en este mundo. Tome la decisión de parar la primera patrulla de policía que se apareciera, de este modo podría zafarme y tener Mi conciencia tranquila, así como dejar salir Mis demonios mas tarde. Era un empate técnico. Tablas.
Pasaba una patrulla de la policía judicial, me atravesé en su camino, dos tipos, botas de piel de víbora, sobaquera, pistolas con grabados de águilas, cadenas de oro. El que conducía tenia un dije del tamaño de la mano de una mujer, oro mucho oro. ¿Qué sucede?, preguntan. Explico la situación. Llaman otra patrulla. Llanto, mucho llanto. ¡ Papito Miguel !
La cabeza ya me estaba pesando, el tequila entro en un proceso acelerado de absorción. Todo daba vueltas.
Llega la otra patrulla, estos uniformados, Papito Miguel se había logrado parar y ya había recorrido, entre caídas constantes una cuadra, huía…
La niña, la cual ya me había dicho que se llamaba Jacqueline, estaba asustada, policías, patrullas, luces, llanto, lagrimas de verdad por su Papito Miguel, no quería alejarse de El. Dolor, mucho dolor. La cabeza me seguía dando vueltas. Alcanzaron a Papito Miguel, a empellones lo subieron a la otra patrulla. Llanto.
No creía lo que estaba pasando, ¿que seria ahora de esta niña?, ya sin su Papa. Me dicen: “Nosotros nos la llevamos a la Agencia del Ministerio Publico, usted se puede ir”.
Pregunto: ¿Y la niña, la tenía a Mi lado llorando, temblando, que pasara con Jacqueline allá? ¿Hay psicólogos, alguna mujer policía que se encargue de Ella? No sabemos respondieron.
Ofrecieron que me fuera con ellos, los del oro. Acompañarlos con la niña, estar presente, declarar. Me dolía la cabeza, ya estaba pasando el mareo, estaba comenzando a entrar en un círculo del infierno. Acepte.
Ya en la patrulla, Jacqueline seguía pendiente de Papito Miguel, el cual venia detrás, se tranquilizo un poco, era bella, transpiraba miedo, temor. Situación que generara demonios infernales que siempre la acompañaran.
¿Adonde nos llevaban? Son famosas las historias de la gente que se sube en una patrulla y no vuelve, o cuando regresan, están muertos.
Llegamos, (gracias a Dios), a una inspección, heridos, mujeres peleando, putas, borrachos, demonios. Jacqueline, llanto, miedo, no había una sola mujer oficial. Mas botas de piel de víbora, mas relojes ostentosos. Oro mucho oro.
El comandante, un barbaro obeso, miro con desprecio a la niña, me miro un instante, luego dio otra mordida a su bestial sándwich. Ordeno, en medio de pedazos de comida que se le salían de la boca, que nos llevaran a otra agencia, que allí, solo atendían adultos. ¿Adultos?
12:30 AM. Nos dirigimos a otra inspección, Jacqueline pregunta por Papito Miguel, ya no llora, le hablo de Bob Esponja, de Mi Hija, le enseño una foto. Ella sonríe por primera vez desde que la tengo a Mi lado. Fue una sonrisa de verdad, se sentía segura.
Sus dientes, ya carcomidos por la caries y el abandono, expresaban más que cualquier poema.
Llegamos, otro lugar funesto, sacado de un mundo irreal, ya a estas alturas, me decidí a no abandonar la niña hasta que estuviera totalmente seguro de que no le sucedería nada, de que estaría bien.
¡ Pareja ! llaman a otro policía a nuestro arribo, aquí, a diferencia de la otra agencia, hay “niños”, delincuentes, putas, drogadictos, borrachos. Un infierno mas que conocer.
Jacqueline no se despegaba de Mi lado, era su protector en medio de tanta mierda que nos rodeaba. Por primera vez, sentí apego por ella, tan sola, con tres años y ya su vida era el averno mismo.
La escena, se repetía, botas de piel de víbora, relojes ostentosos, oro mucho oro. Había un oficial muy joven, con cara de no haber asesinado a su primera victima, un novato, cada rato acariciaba su pistola, cual tierno amante.
Entramos en una oficina pequeña. Tres personas trabajaban allí. Dos mujeres y un hombre. Sentí algo de tranquilidad, la cabeza seguía doliéndome. Mujeres feas, curtidas por esos turnos de 24 horas que les imponen. Pregunto: ¿A que horas duermen?, risas.
Oigo hablando a los dos oficiales que nos han estado llevando de un lado a otro, uno se llama Genaro, comento que es un nombre de origen italiano y que se dice “Yenaro”, risas, carcajadas. El dice: “Pendejos, el señor si sabe, ustedes que van a conocer de Mi nombre”. A partir de este momento todos le dicen Yenaro.
Inicio el proceso de declaración, el oficial Yenaro, da su versión de los hechos. Escucho llantos que surgen del suelo, oigo quejidos.
¿Estoy ya muerto, estoy bajando al infierno?
Mis amigos llaman preocupados, me están esperando, ¿que pasa?, ¿donde estas?, preguntan, prefiero no comentarles nada. Mi cabeza esta a punto de estallar. Pido algo de tomar o comer, estoy mareado, Jacqueline me dice que no ha comido desde la mañana. Lloro por dentro, grito en Mi interior.
Una manzana es el alimento que consigo para Ella. Come, come cual ardilla, devora la manzana, no soporto y salgo a tomar aire. Lloro.
2:00 AM. Inicio Mi declaración. Mientras tanto la doctora que estaba allí para constatar el estado de la niña, la llama fuerte, la asusta, Jacqueline rompe en llanto, le digo que tenga paciencia con la niña, que entienda la situación. Me miro con sorna, luego comenzó a hablarme d-e-s-p-a-c-i-o.
“Señor, usted asumió una responsabilidad con esta niña, acción que agradecemos, pero también debe entender que como ella, llegan cada noche muchos niños, por ejemplo, ayer recibí una bebe de seis meses, la recogieron de un cesto de basura, la cargue toda la noche, toda la noche, remarco, no la deje ni un segundo sola, ya hoy esta en el albergue, por lo que entendera como nos sentimos aqui”.
Mi corazón me dolió, una lagrima asomo de mis ojos, no pude mas, salí a respirar. Vomite.
Jacqueline al ver que salí, corrió detrás de Mí, llorando, sintió que la abandonaba, dolor, mucho dolor sentí.
Cuando pude de nuevo entrar, reinicie la declaración, la niña me miraba. ¿Sabría Ella que sucedía? Sus ojos solo reflejaban tristeza y mucho mucho miedo.
2:30 AM. Termine. La niña sabe que de nuevo estará sola, ya no hay llanto, solo dolor.
Pregunto al salir por la suerte de Papito Miguel, los oficiales se miraron, risas. No hubo respuesta.
En el acta de denuncia de los hecho quedo registrada así: “Jacqueline N.N..”
Dubanok