En medio de la crisis socio-económica que golpeaba a la República Argentina a fines de 2001 hubo gente que se lanzó desesperadamente a la calle en busca de alimentos. Estos actos son recordados como los saqueos del 19 de diciembre de 2001.
Yo por ese entonces tenía un kiosquito en el Barrio Oeste 2 en la provincia de Tucumán; era lo único con lo que podía mantener a mi familia "tipo" que se completaba con mis hijos Ariel Alberto de 7 años y María Belén de 3 años y medio, y mi mujer María Silvina que tenía por ese entonces 28 años.
El kiosco estaba instalado en la ventana del comedor y lo pusimos con la poca plata de la indemnización que me dieron en mi anterior trabajo en el ferrocarril. Con el pasar de los años había logrado hacerlo crecer lo suficiente como para vivir tranquilamente. Pagaba la cuota de la casa que me otorgo el instituto de la vivienda; no teníamos auto y Ariel Alberto iba a una escuela estatal.
Al ver la violencia de los acontecimientos del 19 decidí enviar a mi familia a casa de mis suegro y quedarme a cuidar todo lo que teníamos. Una vez que estuve solo aseguré las puertas y ventanas y me di con que no tenía ningún arma para defenderme.
Tampoco tenía pensado herir a nadie porque en el barrio nos llevábamos muy bien con todos los vecinos pero si venía algún grupo de afuera tenía que defender como sea lo que tanto sacrificio me había costado. En mi mente repetía una y otra vez que no podía permitir que me saquen el negocio.
A la una de la mañana ya se habían juntado unos 50 vecinos alrededor de mi casa y pedían que les diera alimentos. Yo trataba de persuadirlos por la ventana diciéndoles de que con "fiarles" ya me costaba mucho mantener mi economía; pero ellos insistían. Yo les volvía a explicar, pero ellos volvían a insistir.
A las dos de la mañana llegaron 2 camionetas con unos 30 hombres con barretas, bastante eufóricos y muy bien organizados y empezaron a forzar la puerta. Desde adentro yo les gritaba, mientras mostraba los bidones de nafta, que si entraban me prendería fuego y ellos serían responsables.
- ¡me voy a quemar vivo! - gritaba una y otra vez
- ¡ustedes serán los responsables! -
Ellos no entendían, me rocié un bidón de 5 litros de nafta (sin que tuviera verdaderamente el convencimiento de prenderme fuego, mas que nada para que frenaran su andar) e insistí con mis amenazas.
Algunos hasta se reían de mi y me insultaban; entre ellos varios de mis clientes y vecinos. Los padres de los compañeritos de mi hijo, las amigas de mi mujer...
Cuando vi que la puerta cedió, empecé a cantar inconscientemente el Himno Nacional Argentino y me prendí fuego.
Ellos tardaron unos segundos en despejar la puerta y cuando yo estaba por terminar de cantar el himno había unas 40 personas a mi alrededor saqueando el negocio; saqueando mi pasado; saqueando mi futuro.
¡Al gran pueblo Argentino Salud! repetí envuelto en llamas pero, para mi sorpresa; ¡no me había quemado!; entonces quise apagar las llamas que había sobre mi cuerpo pero todo lo que tocaba terminaba carbonizado instantáneamente. Ahí fue que salté encima de uno de los saqueadores, lo abracé y cayó al suelo completamente carbonizado; salté encima de otro y de otro y de otro y caían sus esqueletos limpios y quemados y salte encima de otro y salté encima del verdulero y encima de la mejor amiga de mi mujer y salte encima de mi vecino de la derecha y del de la izquierda y encima del vecino del frente también y después salte encima de dos policías que se llevaban unas botellas de vino también y encima de sus mujeres.
Cuando los que estaban afuera vieron esto comenzaron a devolver lo que habían sacado y poco a poco mi fuego se volvió frío y a rato se apagó.
En total los bomberos se llevaron 62 cuerpos carbonizados y a mi me faltaron solo 2 copas. La mía (que rompí al caer exhausto cuando el fuego se consumió) y la del gran pueblo Argentino. Salud!.
Para Ana María; para borrar con un poco de imaginación esos malos momentos que pasó el 19 de diciembre de 2001.