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Categoría: Misterios

Relato de un hecho insólito y sobrenatural.

Soy de una vieja y hermosa villa llamada Estepa, que está situada en la cima de un gallardo cerro, cuya población se halla dentro de las murallas, al amparo del castillo que la resguarda de los ataques enemigos.
En el año 1.240, la villa estaba como toda las de Al-Andalus, en poder de los árabes, pero el santo rey Fernando, la sometió haciéndola padecer hambre y sed mediante un asedio que duró meses, hasta conseguir su total rendición y entrega a las tropas cristianas que él mismo capitaneaba.
Dicha conquista tuvo lugar el quince de agosto de ese mismo año; día en se celebra la festividad de la Virgen de la Asunción.
Al entrar el rey santo en la villa, ordenó que la mezquita de la población, que se hallaba en todo el centro y en la cúspide del Cerro, fuera consagrada como iglesia cristiana bajo la advocación y nombre de Santa María la Mayor, y en ella, nuestro rey conquistador mandó dejar depositada para siempre una imagen de la dicha Virgen de la Asunción, que desde ese mismo día fue proclamada como Patrona y valedora de la villa por él tomada, y de todos sus habitantes.

Desde que ocurrieran estos acontecimientos de la conquista, pasaron algo más de tres siglos.
Ahora, en el año del señor de 1.558, me encuentro enfermo del espíritu por las muchas penas sufridas en mi alma, y casi tullido a causa de las heridas que en demasía fueron hechas en todo mi cuerpo tras las numerosas campañas y guerras en las que he participado, siempre en favor de la defensa de nuestras fronteras y territorios del reino de Castilla.
Ahora contaré, que cuando yo era joven, hace más de treinta años, los piratas berberiscos de los litorales del norte de África no cejaban en su empeño de atacar las costas y puertos del sur del reino de España, desde Cartagena hasta Cádiz. Por ello, una escuadra naval compuesta por varios navíos de guerra, fue mandada al Mediterráneo para dar alcance y castigo a las naves que cometían tales incursiones y ataques.
Yo era uno de los hombres que navegaba en una de aquellas naos, bajo la bandera del reino de Castilla. Mi nombre es Rodrigo Machuca.

Una tranquila mañana, navegando por el Mediterráneo a la altura de la ciudad de Almería, divisamos un buque Beréber que andaba al acecho para abordar al primer buque que apareciera por aquellas aguas. La nave capitana de la escuadra española puso rumbo hacia el navío enemigo, seguida por el resto de la flota. Los moros al advertir que eran perseguidos, pusieron proa hacia tierra en un intento de escapar de las bombardas y cañones españoles, y fueron a refugiarse en las seguras costas de Argel.

Llegaron, desembarcaron y se ocultaron desapareciendo de nuestra vista, escondiéndose bajo la arena de la playa. La flota española quedó fondeada y nosotros desembarcamos también a bordo de botes de remos, dirigiéndonos a la costa en su persecución.
Pero allí nos estaban esperando. Nada más bajar de las barcas y llegar a pisar la playa, los piratas árabes comenzaron a salir de debajo de la arena pareciendo más bien que emergían de la tierra. Aquello fue un infierno donde se hizo preciso luchar cuerpo a cuerpo para mantener a raya a tanto enemigo enfurecido.

Cuando yo corría al lado de otros compañeros de armas, del suelo salió uno de aquellos demonios que levantando su lanza, vino a clavarla en mi costado derecho, traspasándolo de lado a lado rompiendo una de mis costillas al entrar, y otra más, al salir la pica por mi espalda.
En la furia desigual de la lucha nos dimos cuenta que de ser perseguidores, nos habíamos convertido en perseguidos y víctimas de una terrible emboscada. Por lo que los hombres que no habían sido heridos, volvieron a tomar los botes para remar cuanto podían poniendo rumbo a la nave mayor fondeada a cierta distancia de la costa. Los heridos quedamos desamparados sobre la finísima arena amarilla de la costa, vertiendo sangre por las heridas y pareciendo que con ella, se nos iba también la misma vida.
El dolor que padecía era tan insoportable que ya casi perdía mis sentidos viéndome morir allí, tan lejos de mi tierra, que no tuve otro pensamiento, más que poner mi ánima en buena disposición de ser recibida por Nuestro Señor. Y cuando las fuerzas me abandonaban, la vista me hacía ver nublado y borroso y los oídos no percibían ya casi ningún sonido, tan sólo tuve fuerzas para pedir el último auxilio a mi patrona.

- ¡Santa María de la Asunción! ¡Váleme, Señora! –éstas fueron las únicas palabras que salieron casi sin fuerzas ya, de mi garganta.

Al pronunciarlas, se desvanecían mis sentidos, y las fuerzas abandonaban ya todo mi cuerpo; en aquel lugar creí llegada mi hora, cuando súbitamente apareció allí y se acercó caminando hacia mí una bella mujer que por su ropa parecía ser árabe.
Cubría su cuerpo con un vestido blanco, y sobre su cabeza descansaba un manto azul claro que cubriendo se cabello castaño, descendía hasta los pies.
La mujer se arrodilló en la arena mojada de la playa, y con su mano alzó mi cabeza incorporándome un poco mientras me confortaba diciendo:
-“No sufras más, Rodrigo, duerme y descansa”

Esas fueron las últimas palabras que escuché, pues mis sentidos me abandonaron creyendo que mi fin había llegado y mi alma volaba ya al encuentro del Señor.

Los piratas árabes volvieron a la playa cuando las naves españolas partieron adentrándose en el mar. Recogieron a todo aquél que estaba herido sobre la arena, y los llevaron prisioneros para pedir por ellos un rescate, cuando hubieran sanado sus maltrechos cuerpos.
Yo fui uno de aquellos que recogieron del suelo arenoso, sin muchas esperanzas de que recuperara la salud, según las grandes heridas que había en mi costado y espalda. Pero mis compañeros velaron por mí durante los dos meses que permanecí inconsciente sin estar en este mundo, y con las pócimas y medicinas que los moros me daban, fui recuperando las fuerzas hasta sanar para luego pedir el pago del abultado rescate en monedas de oro, que habría de pagar mi familia.

Tras cuatro años de cautiverio en las oscuras mazmorras de Argel, el rey, los alcaides de los castillos y villas, y las familias, lograron reunir el oro exigido por nuestra vida y nuestra libertad.
En un navío de la corona de Castilla que vino a nuestro rescate y liberación, partimos de las tierras de Berbería con rumbo al puerto de Málaga, donde llegamos.
Mi gente estaba allí esperándome y regresamos a casa tomando el camino de los montes de Málaga con dirección a Antequera, para desde allí, dirigirnos a la ya cercana villa de Estepa, donde nací.

Nada más llegar a ella, mis pasos se dirigieron hasta la iglesia de Santa María la Mayor, para dar gracias por mi recuperación y regreso.
Al traspasar su puerta, la emoción embargó mi alma al ver a la Patrona de la villa sobre su pedestal de reina, colocado en el camarín del templo.
Mientras más me acercaba a Ella, mayor era mi sorpresa al verla tan radiante, con su vestido blanco y su manto azulado.
Las lágrimas no me dejaban ver con claridad su rostro, pero tuve la sensación de haber visto antes, y en otro lugar, la cara de aquella mujer.
De rodillas, me acerqué hasta sus pies para besarlos, y a mi mente vinieron involuntariamente unas palabras:
¡”Santa María de la Asunción; váleme, Señora”!

Agaché mi cara para besarle los pies, y mi asombro llegó al límite de lo más grandioso; sus pies, los bajos de su vestido blanco y el manto azul, estaban manchados de fina y húmeda arena amarilla, y en lo más hondo de mi ser resonaron sus palabras, que un lejano día oí en las sombras de la muerte:
-¡”No sufras más, Rodrigo, duerme y descansa”!

Entonces lo entendí todo, y nadie pudo explicar la extraña aparición de aquella arena en sus pies y vestidos; pero yo, sí lo supe al mirar a sus ojos; mas nunca lo dije.
Datos del Cuento
  • Categoría: Misterios
  • Media: 6.2
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Comentarios


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5 comentarios. Página 1 de 1
Lébana
invitado-Lébana 02-02-2006 00:00:00

Y muy bien relatada, como siempre; eres una caja de sorpresas. Mi admiración

Felicia
invitado-Felicia 02-02-2006 00:00:00

te felicito por tu historia, la gente tiene razón es una historia hermosa, muy bien redactada y que me llena de interés. estare muy atenta a todo lo que escribas. un beso

Celedonio de la Higuera
invitado-Celedonio de la Higuera 02-02-2006 00:00:00

Tu narrativa es extraordinaria. Has conseguido transportarme a otra época. El cuento es además muy emotivo porque saca los sentimientos más profundos del ser humano. Me gusta mucho el planteamiento de fe que hay de fondo. Un saludo.

Manuel Sanchez
invitado-Manuel Sanchez 02-02-2006 00:00:00

deseo que sigas escribiendo asi para deleitarnos a muchos. seguire tu obra con mucho interes porque sabes escribir. hasta pronto

francisco Maxis
invitado-francisco Maxis 01-02-2006 00:00:00

amigo del cerro, te felicito, escribes de manera estupenda y no me pierdo tus relatos, los he leido todos. ojala y sigas asi. siempre escribiendo para los que te admiramos

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