Desde el comienzo, la vida nos revuelca de aquí para allá. A cada mirada, un portazo, a cada paso, un agravio. Pero también, no niego que eso nos da más fuerza para poder continuar en esto que llamamos nuestra existencia. O quizá sea una mentira de comienzo a fin. Todos tenemos distintas providencias, pero en todas hay un noventa por ciento de sufrimiento, y los diez restantes es una mezcla de bien y de mal, con esto quiero decir, que estamos atrapados a hacer continuamente infelices sea la escala que fuere. Si existís seguro que sufrís.
Hay mañanas que uno quisiera no despertar, y eso es ser estúpido, porque quizá seria la mañana más gloriosa, y nos la perdimos por idiota. El desprecio que creemos que nos destilan por todos lados, tiene una respuesta, que es, no dar crédito a la ponzoña y seguir hacia adelante como si las campanas sonaran para ti. El desánimo, no tiene que ocupar nuestra mente, ella tiene que estar alimentada con la alegría permanente, porque de lo contrario sonamos para siempre.
Toda la vida es una comedia, no, me equivoqué, un sainete que desde el principio, nos hace correr frío por la espalda, y si nos cruzamos con un cruzado seguro que nadie nos va a reconocer. La mejor manera de seguir en este pantano es no ensuciarnos ¿cómo se hace? No sé, busquemos la solución. El otro día la vi doblando una esquina, ni siquiera me saludo y yo por mirarla casi me trago un poste de luz.
De continuo nos encontramos con soluciones altaneras, tiene que haber otra pero hay que encontrarla urgentemente, todo se desploma, el hundimiento es seguro, pero también tenemos que pensar de qué forma nos vamos a acomodar para no padecer horrores. La vida de por si es extraña, porque ni siquiera sabemos de dónde venimos ni hacia dónde vamos, aunque algún tonto te diga que lo sabe, esto nuestro, sigue siendo una incógnita. A veces es mejor ni pensarlo, porque si lo hacés, perdes todas las miserias que lograste hasta este momento.
Por eso hay que acostumbrarse a los portazos, la condición humana es así y nosotros también, no somos para nada santos, ponemos piedras en los caminos de los demás. Toda la vida crecemos, estudiamos, trabajamos, alguna que otra vez esbozamos una sonrisa, para no ser menos, y mientras caminamos hacia la puerta final se nos escapó la vida sin darnos cuenta. Yo me pregunto, qué haremos con la experiencia que adquirimos. Lo más probable es que hagamos con ella un envoltorio y la tiremos al océano, porque para las nuevas camadas de seres no les servirá ni para barrilete.
En el libro de André Malraux titulado La condición humana, unos de los protagonistas le dice a otro: Ya conoce usted la frase: "Se necesitan nueve meses para hacer un hombre, y un solo día para matarlo" y el otro le contesta: Escúcheme ¡No se necesita nueve meses; se necesita cincuenta años para hacer un hombre; cincuenta años de sacrificio, de voluntad, de…tantas cosas! Y, cuando ese hombre está hecho; cuando ya no queda en él nada de la infancia ni de la adolescencia; cuando, verdaderamente, es un hombre, no sirve más que para morir.
¿Quién se atreve a decirme que no es así? Si vivimos flotando entre nubes adversas todo el tiempo; y cuando la tormenta se avecina tratamos de defendernos pero todo es inútil llega el trueno y dice basta. Sentí por ahí que somos un tejido malo que se desgasta con el correr de una vida. Entonces no sé qué pretendemos. Vivamos de la mejor manera posible el tiempo que nos quede por vivir. No sé, la duda me carcome y la confusión también ¿de quién me lo habré contagiado?
Suelo leer cuentos todos los dias, pero he de admitir que este me ha llegado especialmente, sencillo pero directo, creo que estoy de acuerdo con todo lo que dices aqui, la vida puede tener pruebas, y duras, pero llevarlas con una sonrisa y no caer es nuestra mision, siempre merecera la pena, y cuando al fin conssigamos ser autenticas personas, no es que estemos listas para morir, sino para amar, y vivir, solo eso. Un saludo!!