-¿Me permite?
-Cómo no. El banco es público.
-Muy cierto. Pero uno no puede perder las costumbres que adquirió en su juventud.
-Costumbres que en nada difieren de las que yo adquirí, por lo que veo, pues entre usted y yo poca diferencia de edad puede existir.
-Yo nací el once.
-Y yo el catorce, pocos meses antes de iniciarse la primera guerra mundial.
-Yo iba a patinar al skaten, creo que se llamaba así, al final de Claris.
-Hombre, entonces usted conocería a doña Rosa.
-Claro que la conocí. Recuerdo que entonces se contaba de ella que ejercía alguna actividad non santa, al extremo que en casa me prohibían ir a esa pista.
-¡Qué tiempos, aquellos! La Diagonal acaba en la plaza Maçia y en la década de los treinta la. continuaron hasta el límite de Esplugas para celebrar la carrera de coches que organizaba la Peña Rin.
-Poco antes, llegué yo a Barcelona, con la exposición internacional. ¿Se acuerda de San Gervasio? Todo torres, con unos jardines inmensos. El tren de Sarriá circulaba por la superficie con gran estrépito. Yo vivía en la avenida República Argentina.
-Para esos años yo asistía a la Universidad.
-Yo también. Por cierto, que en la avenida donde vivía tenía un compañero que todos los dias bajamos a pie hasta la facultad. Era vasco y durante la guerra se hizo muy famoso porque lo detuvieron como espía, junto con el sobrino de un célebre periodista y unas chicas. Pues con ese amigo, que iba a una academia a aprender baile, en el trayecto de la riera que unía la plaza Lesseps con la Diagonal íbamos los dos ensayando los pasos que él había aprendido el día anterior.
-Debían hacer buena fila, los dos agarrados.
-Era una riera por la que apenas pasaba nadie, el paso habitual era por la calle de Salmerón.
-Ah sí, la calle de Salmerón, que ahora es el carrer gran de Gracia.
-Conmigo estudió Agustí, Espriu, Sentís...
-Los recuerdo, yo concurría al otro patio, el de farmacia. Me acuerdo también de aquella chica tan alta, que escribió una comedia. Judit, si mal no recuerdo
-Sí, la Algarra. Por cierto, cuando íbamos por la calle Pelayo, yo le pedía que fuese por debajo del bordillo de la acera, pues me avergonzaba que fuese más alta que yo.
-Uy, que tarde se ha hecho. Tengo que irme. He pasado un rato delicioso. Hacía tiempo que no hablaba tanto.
-Igual que yo. Con la familia apenas hablamos... como no me escuchan... Yo suelo venir a menudo a sentarme en este banco.
-Sabiéndolo, vendré a hacerle compañía. Hasta pronto.
-Vaya usted con Dios.
Pues nada, como siempre perfectamente escito. Es breve pero con mucha nostalgia impresa en cada linea. Que verdad esa que dejas entrever. A veces los jovenes no escuchamos. Un saludo "Recuerdos nostálgicos" de Angel F.Felix