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El Amigo

El Amigo

Amigos lectores, en estos momentos no soy capaz de musitar una tenue palabra por lo que mejor opto por escribirlas. desapareceré en unos instantes, no está de más decir que me encuentro amenazado de muerte, mi sombra ha desaparecido en el acto como prediciendo lo que sucederá, les ruego humildemente que conciban una pequeña oración o por lo menos que sientan lastima por este su narrador. Me he tomado la libertad de acabar de una bocanada con este segmento de la existencia. No soy más que un trozo de suciedad, lean esta pequeña historia y comprenderán.

A las 9:30 de la noche llega a mi casa un amigo que no creía estuviera con vida, le perdí la huella hace 3 años asumiendo que los gusanos estuvieran disfrutando de sus carnes. Me sorprendió la resucitadora visita, la verdad creí que estaba platicando con un alma en pena; desde hace un par de años no gozo de una muy clara sanidad, he sido testigo de acontecimientos brutales pero aquella visita terminó por extrañarme. No era para menos, aquel amigo estaba muerto.

Tocó a la puerta con tanta fuerza que la derrumbó con facilidad, por mi locura no me percaté de la silueta que buscaba ansiosamente mi paradero, estaba completamente sumido en oscuridad escondido tras un gran mueble y patente podía escuchar lejos pero claro la aproximación de sus fuertes pisadas. Era mi amigo, sin embargo lo aborrecía por el terror que me carcomía a cada palabra que de su boca salía. “Vamos, sal de allí, se que estas escondido”. El alcohol impedía que le hiciera frente, solamente lo oía acercándose a mi guarida.

Debajo de la escalera daba los sorbos finales a una casi vacía botella de whisky añejo, los golpes en el piso de lo que parecía ser un bastón de madera exasperaban mi condición de rehén, era un hecho, no podría esconderme ni un solo minuto más. Pero que podría hacer, ¿acaso enfrentar a mi amigo?, ¿salir corriendo y buscar otro escondite donde no pudiera encontrarme?; no, no; mejor otro sorbo de amargo néctar para planear la salida.

Como un escabroso eco, el viento traía directamente a mis oídos ese nombre con el cual renuncié al pecado original; ”Víctor, Víctor” y esos pasos que colmaban uno tras otro la quietud de la casa, estremecían hasta los bichos . Poca luz alumbraba la habitación deseando que se extinguiera rápidamente arrepintiéndome de haber olvidado toda señal de salvación celestial.

Por haber entregado mi vida a los excesos que la vida ofrece, mi cabeza ha borrado todo tipo de oraciones, he caído en el hoyo menos agraciado de la inmundicia carnal arrastrando con eso una pena. Vilmente me he apartado del mundo que me rodea, amistades y familia, he vivido siempre en soledad rodeado de multitudes invisibles. En realidad no existo para el ojo inquisidor de la sociedad, alguna vez lo hice pero asesine uno a uno toda señal de apoyo quedando escondido bajo una escalera.

Si, bajo una escalera escondido de las ratas y las cucarachas, unido fielmente a las sombras, vestido con capas de polvo y hollín. Alimentándome diariamente de esperanzas vanas, viviendo cada minuto una pesadilla diferente. Estúpidamente un amargo trago de licor ha colmado mi paciencia con signos de confianza pero son falsos, mi amigo está por encontrarme.


¿Qué hago?, ¿dejo que encuentre mi escondite? o mejor , lo asesino de nuevo. Amigo mío, renuncié a tu bondad hace 3 años. No soy un Atlas para sostener sobre mis hombros las desgracias que has planeado para mi persona solo por diversión. Por culpa tuya, he renunciado a toda señal de amor. Me ofreces amor y compresión pero nada más obtengo repugnancia. Estoy escondido de tu cruel ojo de juez, yo te ofrecí todo lo que pude pero fallé; si, rotundamente caí engañado en tus redes y vedme en lo que me he convertido. Un bicho aún más insignificante que el que puedas encontrar en estas paredes.

Pero no tuve el valor para enfrentarme. Mucho más fuerte que yo es ese amigo que me buscaba en toda la casa. Siento sin embargo, amplio amor por su persona pero no puedo entregarme a sus brazos salvadores. Tengo que escapar, debo buscar otro refugio para que se olvide de su perdida causa.

Sin olvidar mi tranquilizante jugo, corrí hacía la planta superior de la casa, me dirigía inconscientemente a un callejón sin salida donde quizá sabía que me podría encontrar fácilmente, pero no importó, muy dentro de mi sabía que no deseaba escapar.

Esos pasos seguían recorriendo la planta baja, los golpes en el piso como arrastrando un pesado palo se volvían cada vez más llorosos, era de esperar que faltaban instantes para que se topara ante la escalera y comenzará por subir lentamente los escalones guiándose por los rastros de mi respiración.

Tuve que regresar a la habitación donde todo dio inicio no sin antes echar un vistazo a mi alrededor, estaba encerrado en una cegadora oscuridad, pero una puerta entre abierta me dio la oportunidad de penetrar al punto donde todo empezó. El cuarto era alumbrado por una lámpara vieja, la mesa estaba echada en el piso, no me quedaba tiempo que perder. Levanté la mesa como pude, busqué rápidamente entre aquellos cajones una hoja de papel y un lápiz para escribir estos párrafos.

Volteo para ver que todo esté en orden, la lámpara, la cama, la ventana, la ropa, mi cuerpo; es mi despedida, ya no siento miedo aunque sé que vendrá por mí. No resistí la idea de colgarme para terminar con esta dura existencia que me impedía llegar a la gracia celestial, no me arrepiento por que ahora sé que mi amigo Jesús viene en busca de mi alma.

No creo poder sostener su pesada cruz, soy un pecador como todos los demás con virtudes y errores, él osa en querer salvar mi alma pero aquí estaré esperándolo para que con sus bellas palabras me lleve a su paraíso. Te espero señor mío.

La perilla de la puerta gira pacientemente y la puerta se abre emitiendo un escalofriante chillido. Oh, que es eso, quien es él, no es quien yo esperaba que recogiera mi alma, es, es...


Luis Gelain
Datos del Cuento
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