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Categoría: Fábulas

EL LOBO ENAMORADO

En medio del espeso y verdoso bosque había una madriguera de lobo. Era una familia de tres, el papá, la mamá e hijo lobo.
Regresando el tiempo, tres años y dos meses para ser exacto, cuando el joven lobo nació, en aquella madriguera, mamá y papá lobo rebosaban de júbilo… pues la llegada de un hijo trae grandes esperanza entre muchas otras cosas. Pues bien, el tiempo pasó y el pequeño lobo fue creciendo, creciendo y creciendo como cualquier otro cachorro; pero cuando llega el amor, las cosas toman otro giro. Resulta que un cálido anochecer, mientras husmeaba de aquí para allá, miro hacia el risco y ahí estaba ella… ahí se encontró con la que le daría momentos de dicha y tristeza; de la que le haría probar lo agridulce del amor. Ella era esplendida, linda y hermosa… llena de luz. Así que subió a la peña para observarla mejor y de más ceca, y efectivamente, desde la punta del risco se veía mucho, pero mucho mejor; más linda e impetuosa. El joven lobo al tenerla cerca le cantó su más bella melodía, aquel canto nocturno que sólo los lobos suelen dar en la oscuridad del bosque; la tonada de un lobo enamorado que con su canto deseaba bajar aquel impetuoso tesoro que le inspiraba amor… su primer amor; el amor verdadero, el que quita el sueño y despierta muchas otras inquietudes. Pero a medida que las horas transcurrían el amor se alejaba cada vez más y más de aquella peña, hasta ocultarse de nuevamente del lado opuesto. Cuando esto pasaba el lobo regresaba triste a su guarida, sin ganas de hacer nada, abatido y en medio de su tristeza se perdía en la oscuridad inmensa.
Al día siguiente, al anochecer, el joven canido quedó deslumbrado al mirar hacia la peña; sus ojos se salían de sorpresa y de alegría al observar a la que no había respondido a su canto la noche anterior. Corrió hacia ella, subió la peña a toda velocidad y así le declaró una vez más todo su amor con canciones que nacen del corazón y del alma misma, ese amor que como brújula nos señala para donde ir; ese amor que es el combustible de la vida, que es Dios vertido en uno mismo para darle motivo a nuestra existencia; pero al igual que ayer, decepcionado y abatido, vio como se perdía su amada una vez más en el oeste del bosque sin que éste pudiera hacer algo. La misma situación se repitió día tras día hasta que en una oscura noche ella ya no apareció en el horizonte, por más que el lobo la buscó por todo el cielo, subió a la peña una y otra vez para ver si de ahí la veía; ¡Y nada! Ella había desaparecido por completo. Los días pasaron y se hicieron una eternidad, su dolor crecía al no verla, su pena era tan grande que perdió el apetito y enfermó de tristeza; pero en un buen día de octubre, cuando menos lo esperaba en un cálido anochecer; ahí… ahí estaba ella una vez más sobre la punta del risco. Y venía más bella, más plena y jubilosa. El joven lobo corrió hacia ella y una vez le dijo cositas de amor con su canto, como lo hacen los enamorados al oído de su amada. Su alegría era tal que las fuerzas le venían del universo, pues a pesar de no haber comido por casi un mes, le cantaba sin cesar día tras día hasta que nuevamente ésta desapareció y las noches se volvieron frías y oscuras para el joven lobo. Y éste, sin comprender al amor, su vida se fue haciendo cada vez más terrible y agonizante.
Después de un tiempo, mientras afligido contaba su pena a un amigo, para su sorpresa, al mirar hacia el risco, ahí estaba ella, impetuosa y radiante. Le pidió compañía a su amigo para ir a ver a su amada y corriendo los dos jóvenes cánidos llegaron hasta la cima. Mira, dijo el joven lobo enamorado, ella es de quien te he contado. ¿Verdad que es hermosa? ¿Verdad que lo es?. después de unos segundo de silencio el acompañante, por fin replica: (Sin ninguna intención de lastimarlo) Amigo… ¿Acaso no lo sabes?. ella es la Luna; nadie puede alcanzarla ni tocarla; todo el mundo se enamora de ella pero nadie puede tenerla. Ella ha surcado los cielos haciendo soñar a miles de lobos como tú; pero no pertenece a nadie y a la vez pertenece a todos, porque alumbra los caminos. Ella no discrimina; por eso todos podemos admirarla y arrullarnos con la suavidad de su manto. Ella nos guía para que no nos perdamos, por eso siempre le cantamos cuando nos visita… Y en ese instante mil cantos iniciaron y los dos jóvenes lobos también repitieron AHU!, AHU!
Datos del Cuento
  • Categoría: Fábulas
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