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Categoría: Sueños

Desahuciada (Del libro inédito: Sueños de un hombre de hogar)

Cuando el hombre recibió la noticia, quiso morirse de la angustia.

Pensó en sus cuatro adorables hijos y en la reacción que tendrían al enterarse. Y no era para menos, ellos, unos niños aún, no podían quedarse sin su mamá.

"Así son los designios de Dios"- Lo consoló su amante, la mejor amiga de su esposa, pero para él no era nada fácil aceptar tal consuelo. Su esposa, su fiel y adnegada esposa lucía todavía radiante, esplendorosa y llena de vida. Y el médico, precisamente hermano de ella, siendo muy enfático al entregarle los resultados de los últimos exámenes le expresó que cualquier esperanza sería vana ilusión.

No obstante, el hombre insistió con otros especialistas y nuevos exámenes no se hicieron esperar, pero los resultados seguían siendo los mismos: cáncer en el páncreas.

El cuñado, al ver la insistencia del hombre en no aceptar los diagnósticos médicos, habló largamente con él, haciéndole ver que si en verdad él la quería, la fórmula mágica en estos casos era el olvido.

-¿Olvido?,¿cómo que me olvide de mi pobre mujer, si la quiero tanto?... A usted como hermano de ella debería darle verguenza la sola insinuación.

El médico, no reponiéndose del todo del asombro ante la pobre interpretación a sus palabras, replicò:

-Espera hombre, no tomes las cosas por donde no son. En ningún momento te he dicho que te olvides de mi hermana, ¡ni más faltaba! Simplemente te estoy recomendando que te olvides de que está enferma y trates de disfrutar junto a ella los últimos meses que le quedan de vida.

El hombre siguió paso a paso los consejos de su cuñado y doctor y con la ayuda económica de éste, quién además se hizo cargo de los cuatro niños, partió con su mujer a una segunda Luna de Miel.

Y, en realidad, tanto a la mujer como al hombre se le cumplieron los sueños. Ambos habían planeado por años aquel afrodisiaco viaje a una de las islas del Caribe. Sin embargo, siempre abundaban los pretextos, obstáculos y los consabidos aplazamientos.

Ahora, que por fín se les había concedido su más caro deseo, ahora que habían recobrado el paraíso perdido, llegaba esa maldita enfermedad y se la arrebataba sin piedad ni misericordia.

Así son los designios de Dios, pensó el hombre y lloró, lloró y lloró hasta que el cansancio lo durmió.

Cuando el hombre sobresaltado se despertó al sentir el incesante llanto de su pequeño hijo, quién pedía su tetero, en vez de alegrarse porque todo no era más que el fruto de una pesadilla, gritó iracundo al oído de la adnegada mujer que placida dormía a su lado soñando con su segunda Luna de miel en una de las afrodisiacas islas del Caribe, para que atendiera de inmediato e hiciera callar al llorón de su hijito.

Mientras, no dejaba de lamentarse una y otra vez, el no haberse quedado aquella noche en la casa de su amante, la mejor amiga de su esposa.
Datos del Cuento
  • Categoría: Sueños
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