Infinitos los colores del arco-iris de tu sonrisa, gritan en silencio al amparo de tu mirada. La pasión se hizo hombre, Adolfo tomó por nombre, dejando en administración al destino facturas de tus besos en mi alma enamorada.
Arropar voy con mis alas tu torso desnudo, al cobijo de esta luna que nos bendice de gracia. Con las hebras de tus cabellos mis ropas tejo de brillo, cubriendo al completo mi antigua desgracia.
Y al amanecer, con sígilo supino, sobre ti extenderé de amor mi manta, que al ocaso mojaste placiente, que al ocaso mojaste... con mareas de plata.