Erase una vez, en los tiempos en los que las hadas convivían con los humanos, en que una muchacha caminaba preocupada por un sendero. Su abatimiento se debia a su pobreza. Llevaba algún tiempo sin encontrar una forma de ganarse la vida, y sus ahorros empezaban a escasear. Así que la tristeza de la mano del desánimo, iban andando a su lado.
Entonces, un hada se hizo presente y le dijo así: "Si logras tener una buena idea, tus bolsillos se llenarán de monedas de oro." La muchacha sonrió pues nada perdía con intentarlo mientras alcanzaba el próximo pueblo. Así que se puso a pensar con todas sus fuerzas en proyectos y acontecimientos que pudieran parecer buenas ideas a un hada de los senderos.
Pero cuando caía la noche y estaba llegando a la aldea, aún seguía con los bolsillos vacios. Y no podía imaginarse por qué, pues creía haber repasado todas las costumbres que se les suponían a las hadas, y los deseos que se contaba llenaban sus fantasías. Así que se paró a la entrada del pueblo a descansar, y entonces vino a su mente un pensamiento: Obsesionada por acertar con una buena idea en el mundo de las hadas que le permitiese ganar muchas monedas, no había dado rienda suelta a su creatividad, a su intuición, y a su inteligencia.
Y seguro que si habéis llegado hasta aquí en vuestra lectura ya sabréis lo que ocurrió en este instante: sus bolsillos rebosaban monedas de oro.