Con sus propias manos, con todo su amor y su dedicación, el buen rey dio forma a un trozo de mármol, y lo convirtió en una maravillosa sirena de cabellos largos y busto delicado. Después la miró a los ojos, los cuales también le miraban a él con gesto dulce y sincero, y al instante su corazón se arrodilló ante ella enamorado. El rey besó en los labios a su ninfa, acarició su cabello y le susurró al oído "te quiero", pero pronto se sintió desgraciado porque jamás oiría su risa o sentiría latir su corazón.
Entonces, entre lágrimas, suplicó a Afrodita, reina de los amantes, que otorgase la vida a su amada. Accedió ésta de buen grado y el rey, rebosante de felicidad, no tardó en casarse con su amor, a la que amó con toda su alma y su corazón hasta el último de sus días.