EL MATRIMONIO ES UN CONTRATO SOCIAL
-¿Sabes qué?- le susurró Vamvipah a Iván una noche en la cama- no me gusta la forma en que comes; haces ruido... Mucho, y masticas con la boca abierta y yo observo pedacitos de comida caer de tu boca ¡Dios! ¡Qué asco!- Las últimas frases las dijo con un tono de voz muy alto. Iván irritado contestóle:
-¡Estúpida! ¿Tengo defectos? ¿Hablo con la boca llena y mastico con la boca abierta? ¡Pues peores defectos tienes tú, idiota! ¡Inútil! ¡Eso es un defecto: ser una inútil!
Vamvipah lastimada se levantó, se vistió con la ropa que había tirado en el suelo antes de acostarse al lado de Iván y salió de la alcoba al patio, sin calzado. Se sentó a llorar quedamente, sus lágrimas caían sobre su blanca blusa. Iván cerró la puerta del cuarto con llave y simplemente cayó dormido. Vamvipah trató en vano de regresar al cuarto; quería ponerse unas zapatillas para salir a la calle fría, sólo una caminata y luego regresaría a la casa a dormir en el sofá de la sala, ese sofá que se encuentra frente al televisor, allí donde ya ha dormido varias noches que se atreve a enfrentar a Iván entre pedazos de basura que el torpe que deja ahí nunca retira. Esta era la primera ocasión que habíase olvidado de sus zapatillas.
“Bueno, en realidad no he menester zapatillas para una caminata.” Pensó y salió de la casa sin hacer ruido. “Luna ¿por qué tengo que sufrir tanto? Y aun peor ¿por qué actúo como si lo disfrutara? ¿Por qué esta enfermedad de hablar con lo que no puede escucharme? Es meramente por tu belleza que me esfuerzo en creer que puedes oírme y que puedes observarme… Quisiera poder hablar libremente con mi esposo.” Pensado que hubo así Vamvipah habló en voz alta -¡Maldito! La juventud me traicionó. ¡Veme ahora! ¡Ve lo que soy! La juventud se fue; llegó tentadora y se aleja tentándome. “Qué lástima me das!” dijo “Algo te daré” y me tiró a ese tipo Iván y un sentimiento de amor juvenil hacia él, mas se olvidó de dejarme desprecio y fortaleza para entenderlo de esa manera. Cruel juventud.- fijó su mirada en la luna, la cual lucía hermosamente llena esta noche. Recorrió la calle más bella del pueblo; una calle tranquila y desierta, sin peligros, con grandes árboles frente a cada una de las casas –con excepción de algunas abandonadas- al final de la misma se encuentra un parquecito en el cual los niños disfrutan de su infancia por las tardes.
¡Y es verdad¡ Iván come horriblemente. Habíase ya quejado Vamvipah en otras ocasiones de él. Nada que no hubiese podido ser arreglado entre los dos, mas Iván era poco tolerante y le insultaba y le gritaba. Vamvipah nunca había insultado a Iván a pesar del desprecio. Vamvipah no hablaba, cantaba, y no le gustaba cantar groserías.
A la distancia vio Vamvipah dos figuras que semejaban dos hombres. Uno era alto y el otro enano. El enano corría velozmente detrás del alto, parecían haber estado en tal carrera por ya mucho tiempo; así lo mostraba la manera floja de correr del hombre de mayor estatura, aunque el pequeño no parecía sentirlo del todo, y al así darle alcance, repentinamente –de una forma casi cómica- el enano saltó pasándole por encima de la cabeza al de mayor estatura; éste cayó como tabla inmediatamente. El hombrecito miró a la espectadora y se detuvo, lentamente encaminóse hacia Vamvipah, la cual bajó la mirada al instante. De reojo miraba Vamvipah al hombrecillo que se le acercaba, ésta se sentó en la acera y miraba al cielo.
Ya estaba el hombre cerca de Vamvipah, y seguía acercándosele amenazante; un peligro para una chica sola. Cuando la chica le tiraba una mirada era capaz de notar su aspecto desagradable y las manchas grises en su traje y zapatillas.
-Buenas noches, señorita- saludó el hombrecillo ya frente a la chica - ¿y qué hace una joven fuera de casa a estas horas? ¿Sabe usted que son las dos de la madrugada?
-Buenas noches, señor- contestó- solamente salí a caminar.
-Mejor diga que ha vuelto a tener problemas con ese monstruo que hacese llamar Iván –Vamvipah abrió la boca sorprendida. ¿Cómo es posible que este hombrecillo supiere de Iván y ella si nunca siquiera lo había visto en su vida? Y si él lo sabía ¿quién no lo sabría ya? La pareja siempre se mostraba cariñosa y feliz en público. “Todos deben entonces saberlo” decíase – He notado un cambio en su expresión- agregó el hombrecillo- pero no se preocupe por tonterías; sus vecinos no saben de sus problemas, pero no crea que esto es favorable, quizá debieran saberlo; todos estarían de su lado. Usted no merece ese trato que se le es dado, mas ha sido necesario que se vea en esa situación, ¿entiende? Mas también es cierto que se ha prolongado mucho. Iván no es un enemigo, es un estorbo, y los estorbos deben eliminarse.
-¿Quién es usted? ¿Cómo sabe usted?
-No eres tan inocente como para exaltarte por tan poca cosa, te conozco más de lo que crees, quizá más de lo que tú misma te conoces. ¿Sabes quién es, o mejor dicho, quién era el hombre que he saltado?
-No, no lo sé ¿quién era?
-Era un imbécil que creía ser el mejor ¡ellos son los merecedores de ese castigo!
-¿Al ser saltados son castigados? ¿Así de simple?
-No cometas el error de llamar simple mi salto, al saltarlos les muestro que soy superior a ellos, que han sido vencidos. Yo soy más fuerte que aquel torpe.
-Es sorprendente cómo cayó apenas fue saltado ¿es así como son castigados los que creen ser los mejores?
-Sí, castigo, o mejor dicho, elimino, a los que créense los mejores. Él era un estorbo, sólo los estorbos son eliminados. Ahora escúchame: no son eliminadas sólo las personas como él, también son eliminados los débiles que en nuestro equipo están y los traidores a nuestra causa – El hombre miró al cielo e hizo un gesto de disgusto- es hora me vaya, pero antes te digo esto: es menester te deshagas de Iván. Tú eres parte de nosotros, y eres fuerte, eres más fuerte que yo y tienes sobre ti la tarea más difícil, pero ese Iván está sosteniéndote, no te permite seguir a donde vas. De tú detenerte aquí yo tendría que hacer tu trabajo,pero yo no soy capaz, créeme Vamvipah, yo no soy capaz, sólo tú lo eres ¡yo lo arruinaría todo! ¡Absolutamente todo! Y ni tú, ni yo, ni todos los que de nuestro lado están queremos eso. Sigue tu camino ¿cuál es tu camino?
Dicho que hubo esto el hombrecillo alejóse corriendo. Vamvipah lo observaba incrédula a distancia y lo vio desaparecer. Miró al cielo, mas la luna se encontraba oculta tras las nubes. “Y yo que algo quería contarte.”
Una semana después Vamvipah e Iván –como de costumbre- se habían reconciliado y eran nuevamente una “feliz pareja”.
-El fin de semana siguiente- comunicóle Iván –vendrán amigos míos a comer con nosotros, no te molesta ¿verdad?
-No, me parece bien- contestó ella fríamente esperando él notase la incomodidad implícita en su voz. Él no lo notó.
-¡Perfecto!
Llegó el fin de semana y con él los amigos de Iván, los cuales no eran los que Vamvipah esperaba. Tenía Iván la costumbre de invitar tipos de malos modales y desagradables costumbres, haciendo la comida un martirio para Vamvipah. En esta ocasión llegaron dos tipos de alrededor de veintiséis años, vestidos de traje y corbata, esbeltos, y de elegantes movimientos. “Por lo menos la comida no será tan desagradable esta vez” decíase Vamvipah “por lo menos hoy no invitó a aquel par de cerdos que acostumbra.”
Servióse la comida, que Vamvipah preparó –malamente, porque Vamvipah no era lo que se llama una buena cocinera- después de una charla breve que se dio en la sala. Los invitados se mostraron amables y elegantes durante la conversación; cuidando cada uno de sus movimientos y palabras. Vamvipah estaba un tanto complacida de que Iván hubiese invitado a este par en lugar del otro y hasta se sentó feliz a la mesa, sonriendo como nunca antes en el comedor lo había hecho.
Sus movimientos elegantes y cuidadosos que llevaron hasta el comedor se desvanecieron apenas comenzaron a comer.
¡Pero qué gran equivocación! ¡Terrible! La forma de comer de este par era igual o quizá un poco peor a la de Iván. Comían vorazmente metiéndose grandes cantidades de comida en la boca, y al reír abrían tanto la misma que la comida triturada se desparramaba manchando sus elegantes trajes. ¡Cómo engañan las apariencias!
Vamvipah observaba al trío comiendo, asemejando cerdos, con disgusto y asco; “este hombre me da asco ¿por qué me casaría con él?” Y Vamvipa recordaba su juventud y en un determinado momento llegó a su mente la imagen de un hombrecillo que vio en un sueño dar un salto extraordinario sobre la cabeza de un hombre; “ese hombrecillo que tantas locuras me dijo ¡qué sueños! Siempre tan extraños.” Y así , recordando e imaginando, Vamvipah huía de la desagradable realidad que sentada a su mesa se encontraba. “Recuerdo que antes de enamorarme de Iván conocí a un joven pintor, siempre lo creí el amor de mi vida. Aun después de conocer a Iván sabía que sentía el amor más grande por aquel pintor, y todo fue mi culpa… fue mi culpa. Tuve mi oportunidad, sé que el también me quería. Recuerdo la última vez que lo vi:
“Mi primo, ese aficionado a las competencias, me invitó a que fuere con él a una competencia en la cual participaría. Si bien es verdad que yo esperaba ver gente en aquel lugar, mas nunca esperé verlo ahí a él. Tenía tanto tiempo sin verlo, ¡y antaño habíamosnos querido tanto! Mi primo me dejó sentada mirando la competencia mientras él se preparaba para tomar su lugar. Me sentía un poco mal, necesitaba caminar un poco para poner en orden mis adentros, y así decidí hacerlo; me levanté y me alejé del lugar mientras mi primo competía. Ya muy lejos de donde estaba, en un pasillo que llevaba hacía la puerta del lugar, cerca del baño, lo vi abrazando a una chica que obviamente era su pareja. Lo miré a los ojos y vi su deseo de correr hacía mí y abrazarme ¡quizá hasta besarme! Lo sé porque no obstante que estuvimos juntos poco tiempo nos conocimos muy, muy bien. Pero yo en mi confusión hice como si no lo conociese –pero creo que notó mi incomodidad- ignorando el deseo que en sus ojos brillaba y su felicidad y sorpresa de haberme visto de nuevo. Yo me alejé del lugar espantada y confundida. Ya en mi soledad pensé: ‘es el mismo, igual, su mirada es triste y aun sonríe como si quisiese llorar, y qué elegante. ¿Qué pensará él de mí? ¿Estaremos aun juntos? No, no lo creo, al parecer ya ha encontrado a alguien mucho más atractiva que yo ¿no es así? ¡Mas ella no te entenderá! Nadie te entenderá como yo te he entendido.’ Estuve pensando y decidí finalmente regresar y darle por lo menos una sonrisa en señal del amor que aun vivía en mi corazón por él ¿pero estará aun ahí? ¡Sí! Permanecía con su pareja jugueteando con sus brazos, pero ambos lucían serios. Busqué encontrar mis ojos con los suyos... él me evitaba. De nuevo yo fui culpable. ¿Qué hubiese pasado si yo no hubiera huido de su cariño cuando él me vio? Caminé cerca de la pareja y decidí llamarlo por su nombre.
-Carl- dije suavemente. Él me miró y me dio una agria sonrisa, completamente diferente a la primera. Yo le tiré una lo más dulce, que tanto le gustaban. Bajó la vista. Yo sentí como si algo me detuviera en ese lugar; mis pies se negaban a caminar. Sentía como si todo se hundiese, mi cuerpo era una gota de lluvia cayendo, desintegrándose en el suelo, y luego, evaporándose… me dirigí al baño ¿pero a dónde fui en realidad?
Dentro del baño pensé mirándome al espejo: ‘quizá es lo mejor que Carl y yo estemos separados. Si no me hubiese separado de él entonces no sería quien ahora soy. Todo lo que hago es dedicado a su recuerdo, pero lo siento tan cerca de mí de mil maneras, lo más grande lo siento de las maneras más puras’.”
Se levantó Vamvipah de la mesa y salió a la calle. “Se ha prolongado ya mucho la cena” se dijo, “seguramente se quedarán para la cena.” Los tres amigos continuaban en el comedor; seguían comiendo ¡cómo pueden comer tanto! ¡De dónde sacan la comida! Bueno, tal vez ya no comen y sólo charlan.
Allí permaneció sentada en la acera cerca de su hogar. La luna, para alegría de Vamvipah, apareció; salió de detrás de las nubes en las que se escondía. La imagen de Vamvipah la llamó y mucho los sentimientos de la misma que gritaban por su presencia. “Sí, se quedarán a cenar.”
“Luna, el sol te ilumina. El sol es fuerte, mas tú eres bella ¿qué es más importante? ¡Vanidosa! Dices que la belleza es más importante. El sol seguramente no piensa lo mismo.” La melancolía llega; “Luna ¿volveré algún día a ver a Carl? Nunca terminamos lo que comenzamos; ¡por qué me he casado con Iván!” lloró Vamvipah en la oscuridad mientras en su hogar tres hombres comían, reían y bebían cual cerdos.
Noches después –después de una pequeña riña con su esposo- Vamvipah recostada en el sofá pensaba: “Creo que debo terminar con esto, pero no tengo la valentía para alejarme de Iván. En ocasiones siento mucho odio y pienso seriamente en irme ¿pero de qué me sirve si al final me siento incapaz de hacerlo?” Miraba al techo, una basurita le cayó al ojo “!Lo haré! ¡Lo haré!… ¿Y qué pasará después?”
La noche entera pasó Vamvipah pensando en su situación con Iván. Después de su sueño del hombrecillo la seriedad sobre alejarse llegó, y lastimaba. “No” concluyó, “no es tan grave la situación. Siempre he sido tolerante ¿porqué habría ahora de dejar atrás mi vida? Después de todo no me trata tan mal; creo que lo merezco. Estoy conforme con mi vida. No como mucho, no pido mucho; tengo aquí lo necesario para vivir; ¿de qué me he estado quejando? Creo ver ahora lo molesto: su parecido a mi familia. Quizá estos problemas pueden ser corregidos, y quién ha de corregirlos sino yo misma.”
A la mañana siguiente Iván salió de la alcoba y encontró a Vamvipah sentada en el sofá mirando al suelo.
-Perdóname por lo de anoche- dijole Iván.
-No te preocupes, ya estamos acostumbrados.- Ambos sonrieron forzadamente. “Debes cambiar Iván, y yo te ayudaré a hacerlo así.” ¿Iba Vamvipah a cambiarlo con amor? Pero si ni la misma Vamvipah estaba segura de amarlo; pensaba mucho en Carl, y a Carl sí estaba segura de amar. Era una ilusión; Vamvipah conocía bien la fantasía encerrada en la imagen de Carl. “!Es menester!”
Una noche mientras Iván cenaba Vamvipah se detenía a observar a su esposo comer sentado a la mesa que alguna vez, hacía ya mucho tiempo, había sido causa de una discusión. La ilusión nueva de Vamvipah se evaporaba a vista de las maneras desagradables de comer de Iván y la hacían retirar la mirada.
-¿Deseas comer algo?- preguntó Iván. Difícilmente entendió Vamvipah sus palabras pues se lo dijo mientras tenía demasiada comida en la boca.
-No tengo apetito, gracias.
-Hace tiempo que no te veo probar bocado, por favor, come hoy conmigo.
En realidad Vamvipah no comía mucho. Comía apenas una vez al día y casi sólo jugos y frutas. Ni aun cuando había invitados a la mesa Vamvipah era capaz de comer.
-¿Sabes por qué no me agrada la comida?-comenzó Vamvipah mirando al suelo-; cuando vivía con mis padres y mi hermano, recuerdo, nos sentábamos a la mesa los cuatro y la comida se servía. Ellos comían mucho, yo no. La comida era servida y ya comenzaban ellos con su ruidoso masticar. Mi madre no era tan ruidosa, mas nunca se deshizo de la costumbre de hablar con la boca llena, cosa que para mí era muy desagradable. Mi hermano masticaba con la boca abierta y era ruidosísimo; además comía desesperadamente. Si bien mi madre y mi hermano eran molestos, mi padre era el peor. Simplemente lo más desesperante que he visto en mi vida. No entiendo aun de dónde sacaba sonidos tan extraños a lo que comíamos. Él se sentaba frente a mí y yo nunca lo miré comer; yo comía con la cabeza colgada por evitar mirarlo mientras apretaba mis puños y cerraba los ojos. Llegaba el momento en que yo ya no los soportaba y me retiraba de la mesa. Mi plato se quedaba lleno sobre la mesa. Creo que eso es lo que me hizo evitar la comida, y el miedo a yo también caer en eso sin darme cuenta. Por eso como sola y poco. Además nunca he encontrado comida alguna que me invite a comer y comer; al contrario, cada una que conozco aumenta mi desprecio.
Vamvipah esperaba Iván analizase su propia situación, mas éste continuaba comiendo apático. “Ni siquiera debe haberme escuchado.”
Salió Vamvipah -¿a dónde vas?- preguntóle Iván. Ella no contestó.
-Pero qué estúpida soy- decía hacia la luna –cuántas estupideces he dicho frente a ti ¿pero qué he de hacer sin tener alguien con quien hablar ¿Iván? No; tú no entiendes.
El diez de noviembre de ese año Iván le comunicó a Vamvipah que era urgente visitase a su madre, pues había caído enferma, que no le esperase por alrededor de dos semanas. “Pero si pasado mañana cumplo años” pensaba mientras le deseaba suerte en su largo viaje. Todo fue tan repentino y sorprendente para Vamvipah; estará más sola que de costumbre, y en su cumpleaños, por lo menos en otros años Iván estaba ahí para felicitarla.
-No te preocupes por nada, estaré bien- le dijo Vamvipah sonriéndole tristemente. Le abrazó no muy fuertemente y retiróse rápido de él –supongo te vas ya.
-Sí, así es.
Iván había en realidad mentido. Inocentemente quería sorprenderla llevándole antiguos amigos con los que estaba seguro se alegraría le acompañasen en su cumpleaños; antiguos amigos junto con los cuales estudió en el colegio. No eran muchos. Entre ellos se encontraba alguno que seguramente alegraría muchísimo a Vamvipah: Un hombre de barba, alto, delgado, inteligente y elegante al que Vamvipah llamaba Carl. Éste se mostró muy entusiasmado en ir a ver a Vamvipah; tanto se quisieron y tanto compartieron alguna vez. Bello detalle de Iván para Vamvipah; llevarle a sus amigos que tanto quiso y con los que perdió contacto por haberse unido en matrimonio a Iván. Iván le prohibió, apenas se casaron, que se reuniese con sus amigos porque no le agradaban. Él también se alejaría de los suyos, dijo. Y si algo le dolió a Vamvipah de su matrimonio fue esto: alejarse de sus amistades. Ahora el mismo Iván se las llevaba. Quién sabe, quizá Iván cambió; quizá repentinamente se deshizo de sus peores defectos y ganó virtudes. Tal vez gradualmente fue cambiando, y un regalo para Vamvipah es demostrárselo en su cumpleaños, demostrar el nuevo Iván completo.
“Se va” decíase Vamvipah “!Pues yo también me voy! Ya estoy cansada, traté mucho de cambiarlo, pero es un caso imposible. Ahora en su ausencia he de irme, no importa a dónde ¡he de irme! ¡y no hay quien me detenga! El mismo día de mi cumpleaños he de irme.”
Iván ese día partió, apenas él hizo así Vamvipah arregló su maleta con ropa y tomó el dinero que se ahorraba en una caja larga de madera que Iván guardaba tras la puerta dentro de un gran jarrón de barro.
El día doce del mes de noviembre observaba Vamvipah su equipaje con lágrimas en los ojos. Al caer la noche, Vamvipah, muy decidida, más decidida que al casarse, se alejaría por siempre de la vida de Iván. Su pequeña maleta negra y su mochila gris que ya casi no servía serían sus compañeros y cómplices en el viaje. “Creo que le extrañaré mucho” y se limpió las lágrimas.
La noche sorprendió a Vamvipah mientras dormía. Se apresuró a la carretera para tomar transporte que le llevare a la estación de donde había de partir ¿a dónde? Ni la misma Vamvipah lo sabía, mas tenía dinero para sobrevivir en cualquier lugar, por lo menos por algún tiempo. “Qué mal se siente, pero es algo que tengo que hacer.”
Mientras Vamvipah se alejaba llorando, ya en camino iban Iván y sus compañeros en el automóvil en el cual muchas veces se besaron y muchos recuerdos dejó la joven pareja. El más ansioso era Carl. “¿Qué pensará? ¿Se alegrará de verme? ¿Y si la decepciono? ¿Y si…? Deseo tanto verle y contarle lo que ha pasado en mi vida y que ella me cuente sobre sí.” Carl aun la quería y pensaba en ella con ilusión, tanta ilusión como ella pensaba en él. “¿Será posible que tengamos una segunda oportunidad? ¡Pero qué estoy pensando! Ella está casada ya, y yo le conozco bien; ella no se hubiere casado si no estuviere absolutamente segura de amarle. Mejor que sea feliz; hoy: a disfrutar el momento.”
Esperaba en la carretera Vamvipah, pero pasó mucho tiempo y si no se encuentra transporte rápido sus planes han de frustrarse por el arribo de su esposo. Decide caminar un poco para no desesperarse, está oscuro y desierto. Un olor a rosas tranquiliza a la chica, la cual no ha parado de sufrir en silencio. Después que caminó algunos metros le pareció ver la figura de un hombre. Más se acercan el uno al otro y forma Vamvipah frente a sí la figura de aquel hombrecillo que alguna vez soñara. Vamvipah; no obstante, seguía acercándose a él, y él a ella “yo lo recuerdo” decíase, mas al momento, con los otros pensamientos que la torturaban, no le era posible recordar completamente. Cuando pudo por fin Vamvipah verle la cara claramente y percatóse de su mirada, echóse a correr tirando su equipaje y deshaciéndose de sus negras zapatillas. El hombre la persiguió corriendo rápidamente y acortando la distancia que los separaba de manera sorprendente. Vamvipah miraba hacia atrás espantada a cada momento, angustiada de observar que la distancia era menos y menos a cada instante. Apenas el hombrecillo le dio alcance, saltó sobre ella, y ésta cayó pesadamente apenas el hombrecillo tocó el suelo con sus pies. Un pequeño grito escapó de la garganta de la chica al caer. El hombre la miraba tristemente y suspiraba.
-No imaginas cuán decepcionado estoy Vamvipah, en realidad esperaba algo mucho mejor de ti- le dijo él.
-¿Qué pasará conmigo ahora?- dijo ella con mucha dificultad; las fuerzas le faltaban para hablar. No podía moverse Vamvipah por más que trataba y deseaba; toda su energía se había ido y ya ni siquiera podía pensar. El hombrecillo no contestó y elevó su mirada al cielo, que esta noche se había adornado de estrellas nuevas y brillantes para los prosaicos ojos humanos; y la luna, la compañera de Vamvipah, era testigo invidente y silencioso –Bueno… así fue- dijo al fin con mucha difilcutad.
-No, Vamvipah, no “así fue”; “así lo quisiste tú.”