...¡Mataste a tu esposa, y vas a pagar por ello!...
Alex despertó empapado en sudor, llevaba varias semanas teniendo la misma pesadilla. Su esposa muerta le miraba a los ojos y con un picahielo en su mano repetía una y otra vez la misma frase... mataste a tu esposa y vas pagar por ello!. Aunque Alex podía recordar con claridad la piel amoratada de su esposa, sus ojos desorbitados y desprovistos de cualquier indicio de vitalidad, la herida de su pecho purulenta y carcomida por los gusanos y sus manos putrefactas, lo que más lo impresionaba era su voz, que en esencia era la misma pero con un fondo demoniaco que le helaba los huesos a Alex, esa voz...
Alex trató de tranquilizarse, respiró hondo y miró a su nueva esposa, bajo las sabanas se insinuaban dos hermosas piernas y un poco más arriba bajo la bata se notaban sus senos perfectos que eran dos regalos de Dios. No hay porque preocuparse – se dijo -, cerró los ojos y al cabo de un rato logró dormirse.
Por la mañana Alex se levanto después de hacerle el amor a su esposa y se fue a la ducha. Mientras se bañaba recordaba como había drogado a su ex esposa y después la había empujado desde la ventana de su apartamento desde el décimo piso. Martha cayó sin saber que era exactamente lo que estaba pasando y finalmente se estrelló contra una saliente del suelo que le hizo una pequeña herida en su pecho. No murió inmediatamente, fueron cinco eternos segundos en los que tuvo la certeza de que su esposo la había asesinado. – Fue un suicidio, no cabe duda – dedujo el detective – después de examinar una confusa carta que Martha escribió en medio de su viaje de morfina.
Alex heredó la fortuna de su esposa muerta y se casó con su amante... ya hacía un año de todo esto.
Al principio Alex tenía pesadillas constantes con su esposa muerta, incluso empezó a sentir que lo perseguían constantemente, pero con el tiempo logró controlarse, y terminó por convencerse de que todo era producto de su imaginación. Sin embargo las pesadillas habían vuelto y la sensación de que alguien lo observaba era cada vez más fuerte.
Se arregló y salió de su casa, resuelto a no dejarse dañar el día por imaginaciones absurdas, tenía que trabajar y debía concentrarse. Subió a su auto, e inmediatamente cerró la puerta sintió como alguien lo aprisionaba por el cuello. – Mataste a tu esposa, y vas a pagar por ello! – dijo alguien detrás de él.
- ¡De nuevo esa voz! – pensó horrorizado Alex.
Habría sido muy fácil mirar por el espejo retrovisor y Alex lo sabía, pero simplemente no se atrevía, lo aterrorizaba la idea de descubrir que su esposa no había muerto y de alguna manera había vuelto para vengarse, o peor, descubrir que su esposa si había muerto y...
- ¿Algo que decir antes de morir Alex? – preguntó la misteriosa voz que venía del asiento trasero mientras con la punta de un picahielo apretaba su cuello hasta hacerlo sangrar.
Alex no dijo nada, sólo sintió algo caliente que bajaba por sus pantalones... se había orinado, el miedo era tan grande que literalmente se había “meado del susto”.
- Eres patético Alex, en serio eres patético, recuerda eso cuando estés ardiendo en el infierno.
- Después de escuchar esto Alex confirmó lo imposible, la voz, ESA VOZ, era de su esposa muerta... ¿muerta?. Sintió como el picahielo perforaba su cuello y se deslizaba por su yugular hasta destrozarla, en medio de su estertor agónico instintivamente volteó su mirada hacia el asiento trasero pero no vio a nadie, se encontraba sólo en su auto y descubrió sorprendido que la mano que sostenía el picahielo era la suya, de repente algo que estaba oculto en su cerebro salió a la superficie, todo este tiempo había sido el, absolutamente todo lo había imaginado y ahora se estaba suicidando mientras alucinaba con muertos que vuelven a la vida... – irónico – fue el último pensamiento de Alex.
hola. felicidades me atrapo el cuento muy bien sigue asi:-)