Le mirè a los ojos y sonreí, de sus manitas pequeñas salió con timidez un caramelo, me miró mientras chupaba una piruleta, se amplió su sonrisa y posó en mi mano su preciado tesoro y me dijo: para ti.
Yo lo cogí y haciendole una mueca de cariño le hice cosquillas y a cambio me devolvió el sentido de las cosas buenas, la creencia de mi vida.
Una risa emocionada, sencilla, un abrazo espontáneo soltando su golosina, el calor de una pequeña personita abalanzándose hacia mis brazos, casi tirándome de la silla, rodeando mi cuello con fuerza, nerviosa, con satisfacción tan solo agradecida por haberle hecho reir con unas simples cosquillas. El amor con unas letras bien mayúsculas que lleva sentir dentro el calor de tu familia.
Que bello sería el mundo si en lugar de hablar de las personas como si fueran problemas o conflictos, las tratásemos como pequeños caramelos, de distintos sabores, más dulces o más amargos pero que nos regala la vida.
Tal vez a cambio simplemente, en vez de frialdad, miedo o dolor, expresáramos el inicio de una pequeñas y cálidas cosquillas de agradecimiento para que, en respuesta, nos quisieran abrazar y querer como se quiere a las buenas personas, con educación, de buena forma y con sanos detalles de caricias.
Si este cuento pensáis que es demasiado ideal, demasiado irreal, destrozad el caramelo recibido a golpes o sino escondedlo con mentiras o tal vez tratad de apartarlo hacia un lado diciendo que no existe... y tan solo encontraréis unos ojos tristes que terminarán por convertirse en el llanto desconsolado de una niña.
Tan real como la vida misma.
has conseguido engancharme con un cuento lleno de ternura. Muy bien redactado y sobre todo con un precioso mensaje. Un diez. Saludos.