Había pasado mucho tiempo desde que tío Oscar, uno de los hermanos de mi madre, estaba desaparecido. Nadie sabía algo de él. Era como si la tierra se lo hubiera tragado. Comenzaron a surgir rumores - está en Brasil, Venezuela, EEUU - pero nada era concreto.
Cierto día mamá fue de compras y como yo estaba con gripe no la pude acompañar. Para no aburrirme me puse a escucha un compact disk de La Bouche, mientras ordenaba la casa. Cuando me acerque a la ventana para sacudir las cortinas, vi entrar al edificio a dos personas. Un hombre y una mujer. Después de algunos segundos sonó el timbre y al abrir la puerta quedé sin habla. Era el tío Oscar, quien al verme me dio un fuerte abrazo. Estaba mas robusto y con menos pelo. Bueno, era de suponerse, habían pasado ocho años.
Me presentó a su novia Carmen, quien me comentó que él le había hablado mucho de mi familia. Les llevé bebida y continuamos conversando.
- ¿ Qué ha sido de tu vida, tío ?. ¿ En dónde has estado ?.
- Trabajando en el campo.
- Con razón estás tan gordito.
Era las once y media de la mañana y tío Oscar sólo esperaría a mamá hasta las doce, ya que deseaba visitar a los demás hermanos antes de regresar al campo.
El reloj avanzaba con rapidez. Yo comencé a impacientarme y en un impulso incontrolable me dirigí a mi dormitorio, y ante una cruz de madera que tenía colgada detrás de la puerta, pedí con toda mi energía que mamá llegara pronto. - Aunque sea cinco minutos antes de las doce, Señor. - dije en voz baja.
Volví, después de unos minutos, al comedor con un plato lleno de galletas y en el momento en que lo servía el timbre sonó nuevamente. Mi madre había llegado y al ver a su hermano, quedó paralizada por un instante. Luego, se abrazaron y comenzaron a llorar. Miré el reloj y marcaba cinco para las doce.