Sentado en un bar espero. A traves de la ventana veo la gente que corre. La lluvia baña los techos de los autos.
Un instante que dura mil años. El tiempo se detiene para mí. Miro el reloj y la puerta del bar vacía.
Pido otro café. El mozo lo trae frío. No lo toco.
Miro hacia fuera y pienso que todo continúa igual. Alguien se enamora, alguien traiciona, otros mienten, alguien cree que esta vez será diferente. Mientras tanto yo, continuó estoicamente sentado en una mesa de un viejo bar aferrandome a una ilusión, a una tabla podrida en el medio de un naufragio. Imagino verla correr con su paraguas azul y su piloto amarillo. Imagino su pelo mojado y las gotas de agua cayendo sobre la mesa regalándome una sonrisa que sólo ella puede dar.
Abro el diario y hago como que lo leo. Como si me importara en este momento la politica, la economía o el deporte. Las letras que leo no forman palabras son sólo símbolos sin sentido, sin ningun órden lógico. Doblo el diario y miro por la ventana. Un linyera avanza por la vereda de enfrente caminando lentamente contrastando con la prisa del resto de la gente. Pareciera que la lluvia ya no lo moja.
Vuelvo a mirar inútilmente el reloj. Bajo mi vista y tomo el café frío tal vez con el objetivo de torturarme un poco. Cuando trato de divisar al linyera ya no lo veo. Habrá sido un fantasma, pienso.
Miro hacia la puerta, una vez más. Una pareja está entrando. Tienen sendos paraguas que sacuden lanzando gotas hacia el piso. Pienso en ella que no llega. Pienso en los viejos tiempos cuando siempre era yo el que llegaba tarde y el que se disculpaba con inútiles excusas por las frecuentes demoras e impuntualidades. Llegan a mi mente recuerdos, comienzo a ver actitudes y reproches de mi parte. Había sido muy injusto. Y esta tarde en la que intenté juntar los pedazos de mi alma y reconstruirla comprendí que la vida no se olvida de las viejas deudas. Y sentado en esta silla estoy pagando por años y por daños.
Su nombre es Silvia. No sé porque pensé que vendría. Sin embargo aún decido continuar esperando, para pagar todas mis culpas y también, lo admito, porque todavía sueño con verla cruzar la puerta.
Cómo cambiar el pasado. Como borrar lo escrito hace años me preguntaba mientras apretaba con furia un pañuelo en mi mano derecha.
La lluvia continuaba cayendo impiadosa. De pronto sentí que no podía permanecer un segundo más en el bar. Llamé al mozo y le pagué. Me paré, tomé el piloto que estaba doblado sobre la silla y me lo puse. Ya de nada servía seguir engañándome.
Afuera la lluvia había cesado abruptamente. Decidí volver a casa pero un repentino instante cambié de opinión y opté por ir a verla, aunque sea por última vez.
Con lo último de mis fuerzas paré un taxi, subí sin mirar al chofer y con la cara pegada contra la ventanilla empañada del auto dije – al cementerio de la Recoleta.
TARDE DE LLUVIA (SANTIAGO TORT) Muy bien llevado el relato,entre sucesos y sentimientos,el yo protagonista en presente,muy cuidado,que da gusto leerlo... "La vida no se olvida de las viejas deudas"...dice el protagonista de la historia...pero en el modo de pagarlas,tengo otra visión...En "Alas para vivir",Richard Bach,dice que estamos aquí para expresar amor,un millón de pruebas diferentes para que lo demostremos,un millón más cuando fracasamos...Y el arrepentimiento es un buen paso,aunque parezca siempre que llega tarde... Pau 2