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Categoría: Cómicos

El vientre del pelotón

Avanzábamos por un paraje hostil, conscientes de nuestra vulnerabilidad en aquel ambiente enfermizo y plagado de indecibles horrores, donde el silencio, espectral, apenas era roto por el seco rozar de nuestras suelas en el árido suelo contaminado.
Nuestra pequeña unidad, había recibido órdenes de peinar la zona y despejarla de un grupúsculo de mutantes que se había hecho fuerte en la cuenca del ojo de uno de los gigantescos sapos endémicos que yacía invernando al otro lado de la cordillera.
En precarias condiciones, marchábamos en fila india por un estrecho desfiladero, y algunos, como el soldado Estadella, canturreaba, con un lamentable tono de voz, un estribillo para desterrar el miedo que atenazaba nuestras mentes e insuflaba veneno en nuestro estado de ánimo.
–“Yo quiero ser mamá, enseñar a mi hijo a matar y vivir de la prostitución…”– rezaba aquella simpática melodía salida de los resecos y temblorosos labios del valeroso soldado.
– ¡Eh, comeculos!, ¿Por qué no se mete la polla en la boca y deja de darnos la brasa con esa maldita monserga?– Gritó el sargento Robledillo al desquiciado soldado.
El sargento Robledillo, o “Ascidiáceo”, como le llamaba la tropa por su increíble parecido con una primitiva criatura unicelular del mismo nombre, había crecido bajo el férreo yugo de la iglesia, en un internado religioso y no admitía este tipo de agresiones contra la moral y buenas maneras que todo hombre de bien a de respetar.
–Disculpe, mi sargento– exclamó Estadella –cantaba para ahuyentar los fantasmas que parecen haberse apoderado de mis compañeros, a juzgar por el sombrío semblante en sus rostros. –
Sin aminorar la marcha, continuábamos rumbo a nuestro incierto destino bajo aquel extraño sol metálico que abrasaba nuestros mal nutridos y deshidratados cuerpos, donde, los más avispados, habían tenido la sensatez de incluir en sus mochilas algún que otro frasco de linimento o untadizo con propiedades exfoliantes y antiagresoras para combatir el prematuro envejecimiento de la piel, que estábamos experimentando.
–Prefiero acabar en carne viva antes de ponerme esas mariconadas en la cara– Espetó el soldado Palomares con un mas que evidente exceso de socarronería, al ver a algunos de sus compañeros protegerse la piel con pomada –La única crema que gasto es con la que unto el culo de mi novia antes de entabicarla.
– ¡Ja, ja, ja, ja!– Sonaron al unísono las carcajadas del grupo para ir mitigándose hasta diluirse completamente y acabar en el tedioso y monótono ritmo de nuestros pasos cada vez mas desacompasados por el cansancio de tantas horas de marcha.
– “¿La vida es una tómbola, ton, ton tómbola, la vida es una tómbola, ton, ton, tómbola…?”– Entonaba de nuevo Estadella, con un desafortunado timbre de voz que vaticinaba su inminente incursión en la irreversible locura –“De luz y de color, oh, oh, oh. De luz y de color, oh, oh, oh ...” –.
– ¡Joder, vale ya, me cago en la puta! – Farfulló Palomares, que antecedía en la cola a Estadella – ¡El cabrón este me tiene frito con tanto pedo!, ¡no se que lleva dentro del cuerpo que apesta tan mal!–.
– Claro, por eso no deja de canturrear, para silenciar los crujidos–. Dijo uno de la cola.
– Pues yo no he olido nada– Intervino otro de mas atrás.
– ¡Tú que vas a oler, si me lo estoy comiendo yo todo!, ¡Mi sargento, pido permiso para cambiarme de sitio en la cola– Exclamó Palomares frunciendo el ceño y exhalando salivazos por entre la comisura de la boca.
– ¡Un capullo, usted se aguanta donde está, nenaza!– Ladró el oficial –Y usted, Estadella, váyase detrás de esos matojos y desaloje de una puta vez ese vientre de mierda que tiene–.
– Si es que no puedo mi sargento, me es imposible hacer de cuerpo en otro sitio que no sea el cuarto de baño de casa– dijo el soldado cabizbajo y con la frente perlada de minúsculas gotas de sudor.
– La madre que te parió, vaya una mierda de tío que me ha caído en desgracia. Si quieres te pongo una lavativa de 12 milímetros parabellum y veras que suave vas el resto de tu vida al lavabo–. Exclamó el oficial desenfundando su pistola y dejando entrever sus cariados dientes tras una expresiva sonrisa burlona.
– ¡Yo también tengo problemas de regularidad! – Intervino con semblante apesadumbrado y estrechando los hombros en un evidente ademán de resignación, uno de los soldados del grupo. –Desde que abandonamos la base, no he conseguido cagar ni una cintilla de mierda, y de eso hace ya ocho días, mi sargento.
– Es que es un problema psicológico, como cuando entras al baño con ganas de orinar y no puedes hasta que abres el grifo y sientes el agua caer–. Afirmó con gesto crítico otro soldado, posando la vista de uno a otro de los implicados en la conversación–. Yo tengo los mismos síntomas de hinchazón que vosotros y no he dejado de pearme desde hace cuatro días, lo que ocurre es que voy el último y nadie se ha enterado, pero seguro que por donde he pasado, no han vuelto a florecer las plantas, por que hace al menos seis jornadas que no cago como Dios manda. ¡Señor!. ¡No sé que va a ser de mi si no regresamos pronto y me conceden un permiso para volver a casa y vaciar el vientre en mi adorado retrete!–. Imploraba mirando al cielo el último soldado de la fila, que, hincando las rodillas en el suelo, dejaba escapar un prolongado cuesco por su culo infecto.
– Yo también voy estreñido–. Se lamentaba uno a lo lejos.
– Igual que yo–. Le secundó otro.
– ¡Y yo!–. Vociferó un tercero.
En silencio, y percatándose de la gravedad de su situación, aquel heroico pelotón continuó hacia su destino, un destino atroz que acabo convirtiéndose en gesta, y que los futuros historiadores se encargarían de transformarla en leyenda, haciéndola perdurable en la memoria de las futuras generaciones y conocida como “La mas apestosa epopeya jamás acaecida”.
Datos del Cuento
  • Autor: Kikuu
  • Código: 2305
  • Fecha: 01-05-2003
  • Categoría: Cómicos
  • Media: 5.56
  • Votos: 80
  • Envios: 3
  • Lecturas: 5846
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Mirella
invitado-Mirella 01-05-2003 00:00:00

Vaya! hacía tiempo que no leia algo tan original y que me dejara con ganas de continuar leyendo. Por favor deleitanos con más textos.

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