Hace dos años en un Navidad muy triste yo no iba a tener regalos bajo un árbol que desenvolver al día siguiente, como sorpresa por la mañana, iba a pasar un día de Reyes sola, no me encontraba bien físicamente pero no quería preocupar a mi familia así que les dije que ya me encontraba mucho mejor y que tenía planes y que se marcharan a una cena que tenían especial y a la que les hacía mucha ilusión asistir, que yo estaría bien en mi casa.
Esa noche miraba mi árbol y sabía que al día siguiente no iba a tener ningún lazo que desenvolver bajo él, aún así me fui a la cama con un sueño en mi cabeza.
Imaginé que un ángel bajaba del cielo y depositaba junto a ese árbol un pequeño regalo para mi, creía que era muy triste que realmente no pudiera disfrutar de ningún regalo en un dia como ese en el que la magia se convierte en regalos de sonrisas y los regalos en magia.
Pero junto a mi fantasía coloqué la realidad. Mis padres me había regalado unos zapatos preciosos que hacía juego con un bolso que yo tenía y medio envueltos los dejé bajo ese árbol a modo de sorpresa al día siguiente.
Cuando me acosté inicie entre mis pensamientos el sueño de que a la mañana siguiente encontraría un pequeño detalle junto a los zapatos, algo especial y mágico, que me regalaba ese ángel que iba a bajar del cielo solo para despertarme una sonrisa y que no me sintiera tan sola.
Amanecía ya cuando soñolienta me levanté de la cama, en realidad no entendía porqué pero estaba nerviosa, abrí la puerta del salón y me dirigí al árbol, vi mis zapatos que como sorpresa conocida me hicieron la ilusión inicial de recordarlos y ponermelos como si los acabara de descubrir pero enseguida me puse a buscar entre la caja que los contenía mi detalle del cielo.
Pero nada había, busqué y rebusqué y nada encontré. En mi cara se iba formando la desilusión y la tristeza porque si queréis saber la verdad creía con ilusión esa locura de encontrarme realmente ese pequeño regalo.
Cuando hube comprobado que no había ningún presente mágico empecé a recoger las cosas como vencida, triste y cabizabaja, entendiendo que mis fantasías a veces eran demasiado fantasiosas para poder convertirse ni un solo segundo en una verdad. Me entristecí como se entristece una niña cuando no consigue su ilusión soñada.
Pero al levantarme para ir a desayunar observé que en el suelo en el pie del árbol algo brillaba... era un moneda, enseguida la reconocí, es una moneda de plata española de una serie defectuosa de la que hicieron una tirada limitada y luego retiraron, la moneda lleva por un lado el escudo de España en la época de la Dictadura del Reneral Franco y por la otra cara la imagen del Rey de la época de la Monarquía. Esa moneda me la regaló mi padre hace muchos años ya que pudo hacerse con varias de ellas antes que las retiraran. Recuerdo que cuando me la regaló me dijo: hoy en día por su rareza ya tiene un valor añadido, pero si la conservas un día tendrá mucho más valor.Yo bromeé con él y le dije: papi, no creo que esto me saque de la ruina pero gracias y luego me reí diciendo: ¿crees que podrá valer millones dentro de unos años?. Mi padre me contestó muy serio: riete pero las cosas difíciles de encontrar con el tiempo adquieren un valor especial solo por eso, por lo difíciles que son de encontrar, un dia tu moneda tendrá el doble del valor que tú le des.
Yo recuerdo que me quedé pensativa sin creerle mucho, es un apasionado coleccionista de sellos y monedas, al igual que yo, e imaginé que era más su deseo de que algo así fuera verdad que la realidad en si misma.
Una moneda de plata fue mi regalo de Reyes, mi detalle del cielo en ese día especial.
Tal vez esta historia puede resultar un poco insulsa o carente de esa magia que suelen contener los sueños pero os equivocáis...
Cogí mi moneda, sin saber muy bien porqué se encontraba al pie de aquel árbol, lo tomé como mi regalo e imaginé que un ángel había bajado del cielo, había abierto una pequeña caja en donde guardaba esa moneda y la había depositado en el suelo para que al verla recordara a mi padre, a mi familia y sentirme así más arropada en ese día.
Contenta, sin pensar más, me levanté con mi moneda y me dirigí a mi cajita a volver a guardarla; recuerdo que de camino a la habitación pensaba: será que se cayó de la caja a la caja de los adornos de navidad y al sacalos estaba enganchada, o quizá yo misma la saqué de la caja y la puse en otro lugar que no recuerdo... sí, algo así ha debido ser, - me dije con alivio,- pero gracias por el detalle de volverla a poner en mi mano y hacerme recordar, - añadí mirando hacia arriba como embrujada por la sorpresa que había recibido.
Al abrir mi cajita, es una caja antigua con forma de sarcófago egipcio a la que le tengo mucho cariño mis ojos se abrieron de golpe, se desorbitaron y pasearon rápidamente por todo el contenido de la caja...¡ no podía ser! allí, reposada, como desafiante... estaba ¡mi moneda de plata!. Miré mi mano ví la otra moneda recogida al pie del árbol de Navidad, igual a ella, cogí las dos monedas en mis manos, no sabía qué hacer, reir, llorar, gritar, opté por algo más sensato a todo eso... me pellizqué.
Ay, - dije como reacción al dolor...- pero no puede ser... ¡si estoy despierta!
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Una moneda de plata fue mi detalle del cielo, yo todavía trato de preguntarme de dónde salió la otra moneda pero lo que me ha quedado muy claro es que mi padre tenía razón: vale por lo menos el doble de su valor.