Éstos eran una vez siete ratoncitos hermanos. Poseían para vivir un pedazo de tierra no más grande que la palma de la mano. Un día cayó allí un puñado de nieve, y al limpiar encontraron los hermanos un trozo de mantequilla del tamaño de un astrágalo. Se lo dieron al menor para que lo metiera en la despensa, pero éste, lamiéndolo y lamiéndolo, acabó zampándoselo. Los seis hermanos mayores lo golpearon y lo mataron.
Contaron entonces lo sucedido a un lama:
-Éramos siete hermanos -a lo que éste repuso: -Por poco una familia numerosa-, y a esto los ratoncitos:
-Poseíamos para vivir un pedazo de tierra no más grande que la palma de la mano-. Y el lama: -Un buen pedazo de tierra casi poseíais-. Los hermanos continuaron: -Un día cayó un puñado de nieve-. Y el lama: -Una hambruna os asoló.
-Los siete juntos limpiamos.
-Trabajadores sois.
-Mientras limpiábamos encontramos un trozo de mantequilla del tamaño de un astrágalo.
-Por poco os hacíais ricos.
-Se lo dimos al menor de nosotros para que lo metiera en la despensa, pero se puso a lamerlo y se lo zampó.
-Poco le faltaba para buen despensero.
Terminaron los hermanos: -Los seis lo golpeamos y lo matamos-, y el lama: -Por poco estalla la guerra- y siguió en lo suyo sin hacerles caso. Los seis ratones habían ido donde el lama para que expresara una sentencia, por lo que sufrieron un gran desengaño. Supieron que el llamado lama no era más que un ignorante, y que habían cometido un error matando a uno de ellos, de lo cual se arrepintieron.