Estando un monje labrando la tierra en su monasterio, allose de pronto, entre las piedras, con una joya magnífica que brillaba por sí sola y que parecía muy antigua. Sin impresionarse demasiado, la guardó en su bolsa y la limpió más tarde.
Días después, cuando se encargaba de curar a los enfermos en un campamento de caridad en Suiza, un aventurero que pasaba por ahí vió la joya y se acercó al monje para pedírsela. El monje, sin pensarlo dos veces se la dió, y le dijo que si le hacía más falta a él, que se la quedara.
Así, cuando el crudo invierno europeo comenzaba a extender sus brazos, unos fuertes toquidos despertaron al monje en su cuarto. Era el aventurero, con la joya en la mano, quien al verle le dijo : "He venido para que me des algo más valioso que esta joya. Dame, por favor, lo que te hizo dármela a mí".
... a todos nos falta un poquito de generosidad . Saludos