Hija:
Esta carta la escribo para jamás entregártela; para una vez terminada quemarla, y que sus cenizas vuelen con la brisa de la primavera.
Muchas veces me he preguntando en donde te encuentras, si después de un año de desaparecida aun conservas la vida, solo para terminar hiriendome mas porque ya se la respuesta.
Otras veces me siento en los parques y veo a las niñas de tu edad jugar, buscando algo en ellas que se asemeje a ti, es entonces cuando te veo parada frente a mi, observando. Pero se que es solo una ilusión, el deseo de tenerte en mis brazos y que me digas quien fue el que te apartó de mi.
A pesar de que vivo rodeada de gente, estoy en completa soledad, y cuando mas la siento, es cuando estoy en lo que fue tu cuarto. Aquel que es habitado por el vacío, que su dueño no es nadie. Sus cosas se almacenan en una caja hasta el ultimo día de mi vida.
Tus muñecas te esperan con los brazos abiertos, se que mi amarga compañía no les agrada.
Desde que te fuiste me volví ciega ¿Por qué? Por el motivo de que si no puedo verte, nada más tiene sentido.
El sol está oscuro, las flores siempre marchitas y las rosas repletas de espinas.
¿Y tu? Eres un ángel opacado por el misterio, herido por el dolor que me causas y empapado de lagrimas por los recuerdos.
Terminaré esta cata diciendo el adiós que no dije, y un hasta nunca porque se que no te veré de nuevo.
Las cenizas llevarán mis palabras a donde tu estés, en la punta del país, en alguna isla, bajo tierra...
¿Llegarán al cielo?
Adiós y Hasta nunca...
Mamá
Son muchas las madres como ésta que sufren el dolor de la incertidumbre. Triste y doloroso no saber el paradero de sus niños desaparecidos. No existen palabras de consuelo. ¿Palabras de aliento? Tener fé en que doquiera que estén, no sufran.