En mis ojos ya no hay brillo, no sé qué quieres de mi. No te entiendo, buscas algo que no tengo. Te me escapas y te entrometes...te llamo, no estás, quiero estar sola y te apareces. Llegas como un promesa de felicidad eterna y me das un infierno de hielo y fuego.
Te bifurcas entre sueños, te desapareces en el sufrimiento y surges en la alegría. Haces caer en la tentación de la mentira. De me dices que no tema, que estarás a mi lado sobre todas las cosas...y luego no cumples. Me compras con falsas palabras aprovechándote de mi vulnerabilidad e inocencia. Cuando te necesito, cuando sufro, cuando necesito a alguien te vuelves ausente, callas, miras absorto, lejos de entenderme y te grito, te necesito y estás...pero ausente.
Cuanto sonrío me pides que te entienda, pero eres transparente, tan frágil pero a la vez tan fuerte y avasallador. A veces te admiro con que fuerza te enfrentas a todo y cuando sufres eres tan humilde, tan humano aunque parezcas divino.
A veces te compadezco cuando te equivocas porque los golpes te duelen el doble, y tu dignidad se te esfuma y sufres con desgarradores silencios de muerte.
Es difícil entenderte, hay tanto que no sé de sobre ti, es que por más que llevemos años juntos pareces saber más de la vida sin siquiera comprender el mundo. No sueles equivocarte, tienes sabiduría neta de un poeta que le canta un tango a la vida. Un maestro para las corazonadas y un idealista para los sueños.
Pareces ser mi peor enemigo, porque somos diferentes. Te temo de a ratos, pero tu silencio me causaría la muerte, ese sonido que me es tan familiar, como si ya lo hubiera escuchado antes...en otra parte.
Sólo eres mi amigo porque aunque me ocasiones los dolores más fuertes, aunque te desgarren con un “te odio” o una imagen no esperada eres el causante de amar, de sentir que algún día las estrellas me cumplirán un sueño, de aprender qué es un beso, de saber que hay gente a la que le doy la vida día a día con mis errores y mis triunfos, de entender un mirada cómplice, y todo lo que significa la palabra “amor”.
Te quiero, con tus errores, con tus insolencias y desaciertos. Porque por alguna razón me dices mi futuro, me aconsejas aunque no te escuche. Porque aunque estalles y provoques una explosión de lágrimas en mi vida, aunque me prometas la luna y no me la des sé que lo haces porque debo tener sueños para que cuando sienta que no hay esperanzas pueda seguir dándole ritmo a la soledad.
Suelo pensar que por más que tu emblema recorra el mundo y todos te miren con sentimientos cursis, no todos te comprenden por ser simplemente lo que eres, y menos a ti, que eres tan mío como de las personas que saben de mi existencia.
Hoy, quizás, sufra por circunstancias de las cual sólo el destino tiene la culpa, suframos los dos. Si bien sé que sufres el doble que yo, te escucho y me tranquilizo sabiendo que seguirás con tu canción monótona y acompasada, esa canción que no sé de dónde la aprendiste.