“Eva, dale al record, ya estoy preparado – le indique a mi ayudante de cámara.
Ok, ya esta, empieza cuando quieras Duncan – me indico ella, con su voz suave y acaramelada, como si fuera Sudamérica.
Tras un breve carraspeo de la garganta, provocado por el intenso frió procedente de Siberia que en aquellos días sacudía Edimburgo y parte de la zona Norte de Europa, comencé la presentación :
Me llamo Duncan Gordon Walls, nací en Edimburgo hace poco mas de 30 años, en el seno de una familia obrera.
Mis padres, ya fallecidos, no me dejaron gran cosa como herencia, aunque de gran valor, como es el amor por los animales y un poco de dinero, que bien invertido me da para vivir desahogadamente......
Tras casi media hora de estar contándole mi vida a una cámara, y haber dejado la cinta en la base de datos de la agencia, con la esperanza de encontrar una pareja que me acepte tal y como soy, me dirigí en mi Ford del 90 a mi modesta casa, situada en la ciudad vieja, en The Mound, donde vivo desde hace 5 años, y a la que me disponía a entrar, cuando una extraña figura situada al fondo del pasillo, el cual esta en penumbra casi siempre por las malditas bombillas de pocos watios que el roñoso del casero se empeña en poner, me llamo la atención .
-Buenas tardes – le dije.
-Buenas tardes, es usted el señor Gordon Walls ? – me pregunto, sin moverse del sitio.
-Si, que desea, y quien es usted, si puede saberse – le pregunte a su vez con una mezcla de mosqueo y insolencia.
-Me llamo Gregory Evigan y me envía su padre, es algo de suma importancia que le concierne – acercándose sigilosamente hacia mi mientras tanto.
- Pase y hablamos – le dije, franqueándole el paso tras haber abierto la puerta.
Una vez dentro del apartamento, el menudo Evigan, ya que no media mas de 1 metro y medio de alto se encaramo a uno de las banquetas situadas al lado del hogar, sin que yo le invitara a sentarse y abordó el asunto que le traía ante mi sin ninguna dilación:
-El asunto es el siguiente, señor Gordon, sus padres, y mas concretamente su padre, me han pedido en varias ocasiones durante estos 5 últimos años, que le arengue a usted a que se case con Belinda Walshon, acuérdese, su antigua novia, cosa que yo he ido retrasando lo mas que he podido, ya que estoy a favor suyo – me explico sin revelar ningún vestigio de franqueza en su facciones.
-Le voy a decir lo siguiente señor Evigan – le respondí a la vez que tomaba asiento en el sofá de lectura - primero, muchas gracias por demorar esta entrevista, segundo, le puede decir a mi querido padre que se meta en sus asuntos si es que tiene alguno, y que de una vez por todas me deje vivir mi vida como yo desee – levantándome del sofá haciendo aspavientos me dirigí a donde estaba mi interlocutor – incluso estando muerto, es que es mucho pedir! –le increpe.
-Tranquilícese, le entiendo perfectamente, señor Gordon, pero usted también debe de comprender, que sus padres desean lo mejor para usted, y que sus procedimientos actuales para buscar su amor ideal no son los mas ortodoxos, según me hizo saber su padre en la ultima reunión que mantuvimos, ni tampoco son aceptados por su comunidad – esto dicho con tono consolador, y sin solución de continuidad se levanto de su asiento, posando una mano sobre mi hombro derecho, a modo de despedida, encaminándose hacia la puerta de mi apartamento y marchándose sin expresar sonido alguno.
Nada mas irse el emisario, decidí hacer una visita a mis padres, en el camposanto público de Edimburgo (el cual estaba a pocas manzanas de mi inmueble), con la vaga ilusión de desprenderme del yugo paterno, y al que me acerque en mi espectral Ford del 90.
Una vez dentro del cementerio, me dirigí sin presteza alguna hacia los fosas situadas en la zona norte, donde se encuentran las nichos de mis padres, justo enfrente de la cripta de una de las estirpes mas acaudaladas de esta capital.
Una vez hube llegado, algo poco usual me llamo la atención, y era el hecho de que las lapidas de los sepulcros de mis padres estaban limpias como patenas, a diferencia de todas las de su zona, que era la menos atendida y visitada de todo el camposanto, lo que probaba que algo poco normal había ocurrido, y sin dilación me encamine hacia la salida, con el propósito de localizar una guía telefónica y poder ponerme en contacto con el Señor Evigan......”
De repente unos porrazos dados de forma briosa en la puerta de mi apartamento, me despertaron de mi pesadilla de media tarde.
Tras incorporarme y quedarme unos segundos sentado en el borde de la cama, dirigí mis pasos hacia la puerta de entrada, la cual abrí sin mirar antes por la mirilla, encontrándome en el rellano al Sr. Evigan, célebre parasicólogo de Edimburgo, cargado con un porta documentos voluminoso, y escoltado por mis padres – los cuales llevaban fallecidos 5 años, a causa de un accidente de trafico, en el cual mi vehículo quedo siniestro total.