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CIRUJA SIGLO XXI.AÑO 2001 BS.AS.ARGENTINA

No me preparé para esto, pero la realidad es esta, soy un joven ciruja siglo XXI.
Atrás quedó la educación en Colegios Privados y Religiosos, Claustros Universitarios, hoy paralizados por la crisis y todo aquello que realizaba con el afán de llegar bien formado como profesional al año 2000. Pero olvidé un detalle, vivo en Argentina y en Capital Federal donde el trabajo consiste en ir a golpear miles de puertas para solicitar un trabajo digno y sólo recibir respuestas imprecisas. Todo en vano si no se es amigo de algún politiquito ni que decir de un barra brava. A todo esto hay que sumarle el manejo laboral, donde los contratos duran lo que los empleadores creen y quieren, mientras el trabajo atrasado ya fué puesto al día.
Así están las cosas en esta Administración de turno, como se dice hoy, en la que todo está tan corrupto que el mismo Santísimo Pontífice, rodeado de oro y boato, continúa pediendo perdón y reza por nosotros tal vez por temor a que se le llegue a pedir algún préstamo.
En fin, ser ciruja hoy en día es considerado algo tan común como un clásico de fútbol donde la estupidez e hipnosis colectiva se acepta llanamente dejando de lado los problemas esenciales de nuestra existencia.
Ser ciruja siglo XXI es, recorrer las calles de Bs. As. y de repente encontrar por ejemplo en un Conteiner más de 100 libros y cargarlos en bolsas negras de naylon o rescatar otros tantos ejemplares que se asoman desde las despanzurradas bolsas de residuos entre cáscaras de huevo, papas, yerba y otras menudencias.
He tenido sorpresas interesantes en la misma puerta del CONICET- Consejo de Investigaciones Científicas de la Argentina- institución tan importante dedicada a defender los interese científicos del país pero poco interesada aparentemente por la publicaciones que les hacen llegar los científicos para sus evaluaciones. Estas en vez de ser derivadas a bibliotecas especializadas, son eliminadas en sus propias puertas como cartones, papeles y una basura más.
Así es este andar mío por Av. Rivadavia hasta Estación Once; libros, ropa, almohadones, juguetes, candelabros, estampillas, billetes, etc. que voy acomodando en varias bolsas. También encuentro plantas con sus respectivas macetas que poco a poco van enriqueciendo mi jardín.
Todo este material pasa por un acondicionamiento y es así como viene la limpieza y encuadernación de los libros, lavado de ropa y procesamiento de las demás cosas que posteriormente serán distribuídos entre los chicos de la villa. Estos cuando me ven salir me dicen “que hoy tengas buena suerte” y a la mañana siguiente vienen con la pregunta ¿ no encontrastes nada para mí?.
Es así como ellos llegan a tener en sus manitos libros de arte, las muñecas de última generación, ropa y calzado.
Con esta colección callejera que voy haciendo he armado la Biblioteca Facundo, compuesta por una gama de cosas raras como ser: “chirimbolos varios”, imagenes cristianas y paganas, posters, hasta un traje de novia que espera a una enamorada para tomar vida, etc., etc.
Todo lo que recojo cobra vida en mis manos y en las de los que esperan por ellas, así ocurre con las obras de W. Abalos, R. Rojas, A. Storni, G. Hudson, y tantos otros que integran el grupo de nuestros olvidados luchadores culturales.

ORCKO (Marcel D. Peroggi, Morón, Prov. Bs. As. Agosto 2001)
Publicado en Moriana Año 1, no. 3: 18. Septiembre 2001, Bs. As. (Distr. gratuita)
Datos del Cuento
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