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Categoría: Terror

Aún Late...

Éste, un trozo de papel arrugado y amarillento donde mal garabateado y en letras temblorosas está escrito mi adiós definitivo, es mi carta de despedida; las palabras que escribe un poeta y soñador para que sean tachadas por los más excépticos de una cobarde nota de suicidio. He hecho cuanto está en mi mano intentado no sucumbir ni ceder al cansancio de mis párpados, pero sólo ahora, a sabiendas de que mi vida se encamina hacia un oscuro callejón de soledad y sufrimiento, es cuando me planteo encontrar la paz que tanto ansío en una temprana y voluntaria muerte. Y es que las grandes dósis de heroína, que utilizo para mantenerme despierto, ya no son suficientes para mantenerme en vigilia. Mi cuerpo se acostumbró a la química de las anfetaminas; se acostumbro al amargo sabor del mítico polvo blanco, y ahora, con los huesos cansados, los nervios destrozados, la sangre quemada y los sentidos apagados, sólo busco una dósis más que me evada del dolor lacerante que sufre mi resentida piel tan solo con el roce de la ropa. Agotado mi dinero, agotado mi cuerpo y sin ningún tipo de fuerza de voluntad para sobrevivir, me dejaré caer en el olvido del sueño del que jamás despertaré. Con mi alma atrapada y tormentada vagaré hasta que se consuman los evos y el universo vuelva a renacer de sus cenizas; y mientras mi cuerpo se convertirá en polvo y descansará en una pútrida tumba del sufrido trauma que es mi vida.
Nada, nada me queda mas que botes vacíos de las cápsulas que utilicé para no dormir, para no volver a vivir las horribles pesadillas, para no vivir con el miedo y pánico a dormir. Y es que, aunque el juicio del lector achaque tales visiones a mi mal llevada vida, cada vez que el sueño llama a las puertas de mi ser, un terror incontrolable me aborda desde dentro. Es el mismo terror que hace un tiempo me mantenía despierto; pero son tantos ya los días que paso en vigilia, sin intención de dormir, que ni el pánico ancestral y miedo atroz que siento por mi alma es suficiente para evadirme del sueño una noche más.
Los libros de ocultismo, que reposan sobre el mismo escritorio donde redacto estas últimas líneas de mi vida, siguen vigilando cada uno de mis pasos; siguen vigilandolos y guíandolos, pues son ellos quienes me han traído hasta ésta situación. Libros importados desde lejanas biblioteas y escritos en lenguas de las que el corriente hombre actual y apresurado nunca ha escuchado ni escuchará hablar; libros tales como “Nedit enN´yar” (Quien Susurra en la Oscuridad), “Ci´iet´tei Dnar” (El Caminante) ó “Cocis b`Nedit” (Sol Oscuro). Son los libros que me han costado una fortuna encontrar y adquirir, libros que me han costado la vida y la cordura; y que espero, que cuando los encuentren tras mi muerte, sean archivados, encerrados o quemados para que no se cobren ni una sola vida más.
Fue la curiosidad, las ganas de aprender sobre ocultismo, y sobretodo la ignorancia lo que me llevó a estudiar Parapsicología. Fue gracias a ésta pseudociencia que descubrí nuevos cultos, religiones y creencias que me transportaron, a mí y a mis investigaciones, hasta la India con el afán de desenterrar los misterios ya sepultados por la arena y el tiempo. Y fue allí, apartado de la civilización y el progreso, donde en mi vida se marcó un antes y un después.
Mi billete de avión de ida y vuelta sólo me daba cuatro meses para realizar las investigaciones subencionadas por la Universidad de Valéncia. Gastaba el tiempo, en entrevistas, visitas y un par de excabaciones en el lugar. Pero fue un día, guiado por el destino, que entré a la casa de un anticuario y compré, por una suma desorbitante de dinero, un libro de los ya mencionados. Fue su mismo dueño quien me mencionó la existencia de unos inciados en las artes oscuras que intentaban mantener aún viva la esencia del libro “Nedit enN´yar” (Quien susurra en la oscuridad): una secta que adoraba a una divinidad maligna que se personificaba en las pesadillas de los mortales, arrancandoles el corazón, mientras dormían. Dicha secta me fue presentada, de la mano del propio anticuario que me vendió el ejemplar, la misma noche en que lo compré; sus gentes me invitaron a participar de sus ceremonias apócrifas y rituales escabrosos. Ellos: los “N´yar”, que es como se hacían llamar, me acogieron entre el humo de los inciensos y luces de las llamas bailarinas. Lo recuerdo perféctamente: la ceremonía tuvo lugar en las entrañas de unas viejas catacumbas ya olvidadas que no figuran, ni figurarán jamás, en los libros de historia; una ceremonia marcada por la sangre, el sónido ritmico y percusionista de los timbales, drogas y fuego. Me dieron de beber de sus brebajes, embadurnaron mi cuerpo con aceites y me tatuaron en el pecho, con hierros incandescentes, un símbolo de muerte; así fui presentado ante “Ella”: desnudo, herido y drogado; ese fue el precio de mi osadía: despertar desnudo en medio del desierto y haber vendido, a la oscuridad, mi alma. No volví a saber de ellos... No volví a encontrar el callejón con la tienda del anticuario, pero un recuerdo perduraba eternamente en mi mente: “Ella”, una anciana que ocultaba todo su rostro en la oscuridad de su capa negra, acercaba lentamente su mano huesuda a mi pecho para tocarme el corazón... “Aún late... -exclamaba- pero ya le queda poco”.
Así he despertado cada noche desde entonces: con el cuerpo empapado en sudor, con la marca tatuada en el pecho ardiendome con fiereza, con el corazón tan acelerado y dolorido que amenazaba con estallar, y la clara visión de una mano huesuda acercandose a mi pecho... “Aún late... -decía- pero ya le queda poco”. Abandoné mis investigaciones en la India y volví a España, pero las pesadillas nunca desaparecieron, los psicólogos y psiquiatras no supieron ayudarme. Ahora, cada día al despertar, y sólo al despertar, me ha dolido más el pecho. No quiero volver a dormir... Sé que la próxima vez que lo haga mi corazón será suyo; he vivido con ésta idea la última semana; cuatro meses son ya desde que de la India volví. Pero las fuerzas al igual que las drogas se me han acabado y de un momento a otro acabaré con la cabeza ladeada sobre el escritorio de mi mesa. Pongo punto y final a éste escrito para cerrar los ojos; no he hecho más que cabecear mientras lo escribía. Tenía la osadía mientras escribía de cerrar uno para dejarle descansar al otro... sólo ahora, y pese al pánico que me da, cerraré los dos...


Algo susurraba en la oscuridad... “Ya ha dejado de latir”
Datos del Cuento
  • Autor: Haissen
  • Código: 15180
  • Fecha: 03-07-2005
  • Categoría: Terror
  • Media: 5.85
  • Votos: 105
  • Envios: 5
  • Lecturas: 2989
  • Valoración:
  •  
Comentarios


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5 comentarios. Página 1 de 1
Beto
invitado-Beto 14-07-2005 00:00:00

Me gustó mucho la forma en que lo relataste, con un lenguaje oscuro… Tal y como lo hacia H.P Lovecraft Sigue así. Eres muy buen escritor

Angela
invitado-Angela 06-07-2005 00:00:00

soy nueva en busca cuentos y lo que he agregado a esta pagina es casi un insulto comparado con lo que tu escribes. Sigue deleitando mi imaginación con tus escritos. Muchas gracias

María Eugenia
invitado-María Eugenia 04-07-2005 00:00:00

No sé decir nada sobre la elaboración de los cuentos, pero me gusta decir algo sobre su contenido. Que angustioso debe ser no atreverse cerrar los ojos por temor a no volver a despertar. Sus cuentos realmente me atrapan. ¿El tema del cuento? Exelente pada discusión, digo intercambio de impresiones.

Celedonio de la Higuera
invitado-Celedonio de la Higuera 04-07-2005 00:00:00

Aprecio tu sencillez pero tengo que decirte que has escrito un gran relato. El tema es apasionante y una historia muy terrorífica. Pero además tu narrativa es extraordinaria. Aunque tardes en hacerlo, sigue deleitándonos con tus magníficos cuentos de terror. Un saludo.

Cecilia Camba
invitado-Cecilia Camba 03-07-2005 00:00:00

Hola Haissen!!! Muchas gracias por la dedicatoria... Y debo decir -que para haberlo escrito luego de mucho tiempo- resultó un cuento muy bueno. Y sin saberlo, diste en la tecla, porque me apasionan los cuentos referidos a ocultismo, oscurantismo, etc. etc. ¿Leíste algo de Lovecraft? ¿O de alguno de sus discípulos? Bueno, como sea, te felicito una vez más por lo logrado en esta redacción, y nuevamente gracias! x la dedicatoria... Me alegra haber ayudado a impulsarte a publicar algo nuevamente -así los lectores pueden volver a disfrutar de tu talento- (y entre otros, yo ;o) Muchos besos!!!

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