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Al cruzar el puente

Acabábamos de regresar de vacaciones de semana santa cuando al profesor de deportes se le ocurrió organizar una excursión en el bosque. El paseo duraría tres días (viernes, sábado y domingo). A decir verdad este tipo de salidas sencillamente me encantaban ya que no solamente disfrutaba del paisaje sino más que nada de la convivencia con mis compañeros.

 

Nos citaron muy temprano en la mañana del viernes. La escuela secundaria había rentado dos autobuses para ese propósito. Llegamos a nuestro destino y ciertamente me decepcioné un poco de lo que puede observar. Era un parque exclusivo para acampar. En otras palabras, estabas vigilado constantemente por guardabosques, quienes se encargaban de limitar la diversión.

Había un itinerario de actividades previamente establecido, el cual dicho sea de paso, era seguido estrictamente por el director de la institución.

Sin embargo, una noche varios de mis amigos y yo nos escapamos del campamento para poder dar una vuelta a nuestras anchas. Mentiría si no digo que aquel lugar se veía totalmente distinto sin la supervisión de los mayores.

Después de caminar un rato nos topamos con un puente colgante de madera. Apenas Jacinto lo vio exclamó: Hay que usarlo para ver hacia dónde nos lleva.

A todos nos pareció una idea estupenda y yo el primero en iniciar el trayecto. La madera crujía a cada paso. Además el viento se encargaba de mecernos de una forma aterradora. Justo la mitad Antonio se detuvo y dijo: Mejor regresemos, tengo mucho miedo.

– No seas cobarde, lo malo sólo ocurre en las leyendas de terror – Le comenté. De repente varios maderos del puente se desprendieron y un grito de pavor inundó aquella atmósfera. Al voltear la cara solamente vi como seis de mis compañeros caían hacia el vacío (apenas empezaban a cruzarlo).

Observé como una porción completa de aquel pasadero se había desprendido. No lo pensé y quise regresar lo más rápido posible al campamento. El problema era que si no me sujetaba bien de las cuerdas de los extremos, podría caerme también.

Caminé sin apartar la vista del piso, pero nunca vi ningún hoyo en el puente. Regresé a mi tienda y me dormí.

Al día siguiente los maestros organizaron una búsqueda para encontrar a mis amigos. Yo no dije ninguna palabra de lo ocurrido. Jamás los encontraron.

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