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ATISBOS DE UN VÁSTAGO

De todas las mujeres del mundo hubo una cuantas que despertaban mis fantasías mas embarazadamente afrentado. Las otras estaban bien definidas: Mi madre, y las demás. Mi problema sexual es de raíces profundas. Tan profundas que si volviera al útero de maternal no obtendría señal ni rumbo alguno.

Las primeras chicas que conocí fueron las amistades de mi hermana, después, las muchachas de la calle. Mi madre iba a la iglesia a rezarle a su santo favorito para que yo consiguiera mi idónea, como si los milagros fueran el resultado quántico de una legítima oración.

Para mi suerte, mi madre, y digo mi madre pues no me agrada hablar de mi padre, y no me agrada porque no me quería como hijo, quizás como amigo, pero, eso de la amistad es algo que solo sucede en los libros humanistas, pero en la realidad no sucede mas que choques o encuentros insulsos que con el tiempo se hacen rutina y, como una oruga, se metamorfosea en el camarada de la coyuntura. Bueno, mi madre tuvo una fuerte audiencia en mis principales decisiones que tome en el estreno de mi existencia.

Lo primero que me apasioné fue obtener una inmensa casa con alberca y regalársela a mi madre. No sabía bien por qué, pero lo sentía en mi médula, tenía fuertemente clavado en mi pensamiento que un buen primogénito es un ser agradecido a la madre que le dio la vida y después su instrucción.

Mi relación con élla fue siempre muy rígida, llena de miradas apuradas. Quizás porque volvió a casarse con un señor que parecía quererla a su fría manera europea. Dedicaba su energía y atención a este señor y a sus dos vástagos, o sea: mis hermanastros. Así vivía, y ahora que soy ya un hombre, veo que no hay ser humano que no tenga sus maneras de tomar la vida y sus responsabilidades como le caigan en gana y se asuma como una bendición para el corazón. Eso lo aprendí cuando comencé a conocer, temer y perdonar mis propias flaquezas; fue difícil pero llegué a esa orilla en donde se puede ver a los ojos de una madre y se ve uno mismo reflejado como dos personas que están allí, por la providencia y no les queda mas remedio que aguantarse.

Uno con el tiempo se acostumbra a todo, como por ejemplo a no juzgar, pues es duro ser juez cuando uno está embarrado de tanta miseria, como él más sucio miserable que mora en las mazmorras de las cárceles. Hubo un tiempo en que temía verme al espejo. Primero porque era feo, después, porque siempre encontraba suciedad en mí, y eso, me avergonzaba; aún ahora me cuesta mirarme al espejo. Creo que es una maldición, pues uno se cree que es eso reflejado en ese vidrio bañado con una capa de mercurio, y no se da cuenta que no es mas que la imagen, la mascara terrible que tendrá que usar por casi toda su vida. Hay que ser muy valiente para desenmascararse, soltar sus temores y verse tal cual es. Muchas veces jamás se hace, es demasiado duro.

No creo haberle dado a mi madre suficientes alegrías. Las podría contar con la mano y me sobraría. Han sido insignificantes, ridículas y simbólicas. Recuerdo un día en que escuchaba una linda canción. Compré el disco y se lo obsequié por el día de la madre. Todos en su casa reventaron de alegría y no hubo un solo día en donde no se escuchara esa canción por toda la casa.

La siguiente vez que la vi contenta fue una noche en que toda la familia estaba sentado en la mesa. Casi puedo reproducirla en ese instante, aún la veo con su delantal blanco, trayendo el pavo y sirviendo fruta picada para la ensalada. Con sus pelos no tan largos ni tan cortos, pero tan negros como las sedas de los hijos de una estrella, negros por el producto de un buen tinte de cabello hindú. Y esos ojos rasgados, luminosos, tan claros como el amanecer, donde no había una pizca de duda en cada uno de sus decisiones. Su paso apurado, siempre cortando el tiempo en mil partes para usarlos todos en cada una de sus maniobras. Era tan dinámica que yo pensaba que tenía cinco espíritus. Y sus duras palabras y sus tiesas expresiones imprimían en los rostros de amigos y familiares que: estaba seriamente ocupada y preocupada.

Esa sonrisa que era como un zapallo abierto. Mostró que también era humana, que no era un semidiós que sabía sonreír con total libertad, con un oculto amor por uno de sus sueños realizados, el sueño de ver a toda su familia sentados en la mesa de su casa cenando en la noche buena y abriendo cada uno de los regalos que ella había planeado obsequiarles.

Aun recuerdo cuando aún era niño y todavía no se había enlazado por segunda vez que, siempre venía con amigos y amigas, y casi todos eran gringos. Hubo uno que era español y me cayó bien, a diferencia de los demás. También el día en que encontré una goma en su cartera que me hizo pensar puerilmente que mamá era disoluta. Cuando el señor de aires europeos discutía con mamá, siempre le escuchaba gritarle:
- Acuérdate cómo te conocí.

Los pensamientos acerca de su vida no me avergonzaban, sentía como un perfume que brotaba de mi alma que me decía que todo estaba bien, y que esa era su vida, y que la vida en cada ser humano es impenetrable, pues solo el ser que la carga puede juzgar y vivir lo que se le ofrece.

Muchas cosas he vivido, pero nunca me casé. No es que tema .No. No señor, es más bien que pienso que buscó instintivamente a una mujer como mi madre, y si es así, entonces no desearía revivir aquel capitulo de mi vida, que no fue mala, no, fue intensamente estúpida, pero, llena de esa poción llamada amor.

El amor en estos días es una realidad, es un canto, la flor que sale de mi interior, por ello, hoy, quiero a todas las madres que se aprecian a sí mismas, pues es así como pueden inyectar ese calor que está embasado en ellas mismas para compartirlo con sus hijos...

Por otro lado, tengo el sentimiento de seguir el patrón de los estúpidos que tienen que llevar un corazón de cartulina, un poema y una alegría llena del temor como sale en el Show de las películas. Y si es así, es un buen pretexto para soltar esas pesadas máscaras que ocultan nuestro verdadero ser, o el ser que decide.

Quiera el creador que esta línea que escribo, tenga esa magia que brota (espero) cuando abrimos el caño de la paz interior, y que llegué a esos frágiles corazones que están flotando en ese mar de ideas, tras ese horizonte llamado: éxito. Que algún día se rompan las aromas morales de la buena conducta, pues, para estos tiempos, hace mucho que no se consumen.


JOE 9/5/4
Datos del Cuento
  • Autor: mon
  • Código: 8882
  • Fecha: 09-05-2004
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.77
  • Votos: 66
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2383
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