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ALAS BLANCAS

Hoy vi a un hombre salir de una casa llena de flores y plantas. En su rostro había como resplandor que brotaba de su abierta mirada, sus cabellos largos y sueltos hacían verlo como alguien que fluía libre como el viento que acompañaba su andar… Era alto como un roble, joven como un potro y vestía de blanco como una paloma. No sé si fue su armoniosa marcha o su abierta sonrisa lo que me hizo soltar todos mis libros y seguir tras de sus huellas, como una sombra, como esas moscas pululando tras de un foco de luz.

Le seguí por cerca de una hora y atravesamos todo el lindero del pueblo. La gente lo miraba como si fuera un loco, y entre ellos oía susurrar cosas feas de aquel ser. Apenas salíamos del pueblo todo siguió con total normalidad, como si aquel personaje fuera una luz que iluminara todas sus miserias…

Cuando llegamos al bosque, como si fuéramos un pez, nos sumergimos en toda su frondosidad. Cuando vi que subía a la mas alta montaña supe que llegaríamos a la cumbre mas alta. Ya en la cumbre vi que caminaba hacia el abismo más negro. Pensé que iba a saltar y cuando me apresuraba en acercarme hacia él, sentí unos fuertes brazos que me impidieron caminar, era un viejo árbol que con su seca mirada y sin decir palabra alguna me decía que observara al hombre vestido de blanco.

Sin darme cuenta el árbol me subió a su parte mas lata y pude ver al hombre luminoso que en aquel momento abría sus dos brazos dispuesto a tirarse al vacío. De pronto, vi que del cielo infinito se abría un dorado hoyo, despidiendo su luz que iluminaba directamente al hombre de blanco como si fuera un artista de un teatro.

Ante esto, vi que todos los seres del bosque hicieron un voto de silencio. El cielo parecía ese océano de olas rebeldes y sin forma, llamando terriblemente al hombre de blanco, mas yo no pude soportar aquel sacrificio y quise gritar, mas no pude, pues, una larga serpiente se puso en mi cuello y con grasoso cuerpo me rogó que callara…

Le escuché, y, callé. Más seguí contemplando aquella grandiosa escena cuando vi que de los brazos del hombre vestido de blanco, brotaban albas plumas que crecían y crecían hasta volverse en inmensas alas, hasta sentir que estaba al frente de un ángel. En aquel instante, mi corazón lanzó un grito, diciendo: “¡Llévame!”, mas aquel sonido se transformó en una blanca paloma. El ángel, volteó su radiante mirada y con una sonrisa se lanzó al vacío, volando y girando por todo el espacio junto a mi blanca paloma que no dejó se seguirle, dejando en su viaje unos polvos dorados que cayeron por todo el bosque y el abismo…

Cuando los polvos cayeron sobre mí, pude sentir que mi alma comenzaba a gritar muchas gracias… Con tristeza los vi alejarse rumbo hacia el sol hasta disolverse en un gran resplandor. No recuerdo cuanto tiempo estuve mirando, pero cuando vi que la tarde nos llegaba supe que tenía que volver a mi hogar. Mientras cruzaba el bosque, sentí la tristeza de todos los seres que moraban, sentí en mi alma que no me fuera pero continué mis pasos…

Cuando llegué a mi hogar vi posado en el borde de mi ventana a la blanca paloma que con sus profundos ojos negros no dejaban de mirarme.

- ¿Quieres volar? – me preguntó.

Sonreí de oreja a oreja, cerré los ojos y no recuerdo más…





Lima, Enero del 2005.
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 13432
  • Fecha: 12-02-2005
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.73
  • Votos: 64
  • Envios: 2
  • Lecturas: 2037
  • Valoración:
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