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Categoría: Fábulas

1973

Corría el año del Señor de 1973. El general Franco gobernaba en el Reino de España mas sus enfermedades empezaban ya a mermar la salud del dictador que subió al poder tras una guerra fraticida entre los hermanos españoles.

Cerca del centro del Imperio, de la capital del Estado, una niña estaba a punto de nacer. Sus padres la habían creado hacía ya 9 meses y el mundo consideraba desde su más profundo sentir que era ya hora de que esa pequeña viera la luz.

Noviembre presidía de aquella el trono del Tiempo y esperaba ansioso el momento mágico en que todo cambiaría para él, el hecho por el cual sería recordado por generaciones futuras y honrado por las generaciones presentes.
Una paloma mensajera entró súbitamente en el Palacio del Tiempo. Era una paloma blanca, pequeña, sencilla. Su belleza radicaba precisamente en su discreción. Los guardianes del tiempo le cerraron el paso al ave mas Noviembre, levantándose súbitamente del trono con los ojos encendidos reclamó libertad para la paloma. Ésta, con dulzura, se posó en uno de los brazos de la silla real y dejó caer en las manos del Poderoso un pergamino diminuto que contenía ya la gran noticia esperada por todos. Los ojos de Noviembre corrieron entre las líneas de tinta del escrito. Las manos temblorosas hacían el esfuerzo de no soltarlo.

Nadie en el mundo, desde Japón hasta Kansas, tenía la mas mínima percepción de que algo grande estaba pasando fuera de la orbe, más alla de las fronteras perceptibles de nuestros sentidos. Sólo unas cuantas almas sabían que acababa de llegar al mundo un ser que lo cambiaría todo.

Noviembre dejó caer el pergamino al suelo. Levantó las manos dando gracias al Que Es. Los guardianes, incrédulos ante lo que estaban viendo, temían que una locura repentina invadiera el pensar de su amado Rey. Mas cuando parecía que su presunción era cierta, una sonrisa del Rey del Tiempo lo cambió todo, llenó la sala, vistió las almas de los guardianes de colores.

- Que suenen las trompetas en todo el mundo. Que no quede humano en la faz de la tierra que desconozca que un nuevo ser, una niña, acaba de llegar al mundo. Que todo el mundo sepa que acaba de nacer Men.

Mas la alegría tremenda que en aquel instante desbordó las paredes y los suelos del hermoso Palacio del Tiempo se tornaron en una gris desesperanza, en una triste desilusión. El mundo, ocupado en asuntos leves, apresurado e insensible, no había sido capaz de escuchar las trompetas reales. El ruido de los coches, los gritos de los que morían en las trincheras, los walkman que tapaban timpanos y corazones, las interferencias de la ciencia de la muerte, habían privado a la Humanidad de conocer la noticia. Nadie, excepto los más cercanos, se había enterado.
Noviembre, demacrado y confuso, pidió ver al Que Es, que lo recibió amorosamente en la Nube Eterna. Noviembre lloró amargamente durante horas en el hombro del Que Es. Cuando el dolor es íntimo se transforma en lágrima. El Que Es, viendo ya que Noviembre dejaba de llorar, le dijo:

- Querido hijo. No llores más. Tu reinado está siendo justo y magnánimo con la Humanidad. Men es tu gran regalo, era tu gran esperanza. Ellos no lo han sabido apreciar. Mas no debes entristecerte por ello. Permite que Men crezca en el mundo, que viva. Déjala libre como yo te hice libre a ti y a los hombres. Protégela desde Palacio y verás, como algún dia, Men será la chispa de alguna vida de las que yo he creado.

Desde aquella, el Rey Noviembre, una vez al año se pasó por la Tierra para ver si era cierto lo que el Que Es le había prometido. Mas nada sucedió. El mundo seguía dando la espalda a su regalo sin percibir lo extraordinario de su esencia. Año tras año, Noviembre sufría viendo sufrir a Men. Año tras año, Noviembre lanzaba plegarias al Que Es para que, aún en la dificultad, le diera aliento a su criatura.


Habían pasado ya 28 años. El mundo se seguía peleando entre ruidos y humos, entre tanques y fanatismos. Caían símbolos pero creaban otros nuevos. No había enfermedad más mortífera que el hambre ni medicamento más eficaz que el amor.

Mas un día, el anciano Noviembre recibiría una extraña e inesperada visita. Estando en sus aposentos, acostado en su desesperanza, oyó gritos afuera. Asomándose a la ventana pudo ver cómo sus guardianes impedían la entrada a cuatro jóvenes humanos. Sorprendido por la sagacidad de los jóvenes habiendo encontrado Palacio, ordenó desde su alcoba a los guardianes que cesaran en su fuerza y que condujeran a los intrépidos visitantes al gran Salón del Trono.
Minutos más tarde, Noviembre apareció apoyado en su bastón. Su gente de confianza le ayudó a sentarse en el Trono. Hacía mucho que no le veían ejerciendo su función. Los ojos del Rey consiguieron ver a los tres chicos y a la chica. Secamente les dijo:

- Hablad. Os escucho.

Los chicos, de pie, se dirigieron a él diciendo:

- Majestad. Nuestro viaje ha sido largo y duro. Hemos tenido que enfrentarnos a la incompresión y a los guardias del Ruido para llegar aquí. Pero ahora sabemos que ha valido la pena. Venimos a hablarle de Men.

Noviembre levantó la cabeza al oir ese nombre. Sus ojos brillaron todo lo que no habían brillado hasta entonces.

- ¿Men? ¿Qué le ha pasado? ¡Hablad!
- No le ha pasado nada Majestad. A ella no pero sí a nosotros. Sabemos que hace 28 años que Men llegó al mundo pero nosotros no la conocíamos. Desde hace un tiempo se ha cruzado en nuestras vidas y hemos descubierto algo en su mirada que nos gusta. Creemos que hemos descubierto el reflejo hermoso de una creación sin igual. Nuestras vidas ya no son las mismas que antes. Nos reímos más. Somos más felices. Nos congratulamos de haberla conocido. La queremos y ella nos quiere. No es difícil querer a Men. Por eso queríamos venir a verle a usted, Majestad. Sabemos que año tras año ha vivido triste cuidándola desde lo infinito. Es hora de que nos pase el relevo. Hemos descubierto su regalo y venimos a darle las gracias y a pedirle permiso para ser nosotros los que, a partir de ahora, cuiden a Men.

Noviembre, emocionado, no podía pronunciar ni una palabra. Se levantó despacio y acudió a abrazar a sus huéspedes. Las trompetas de Palacio sonaron sin que nadie hubiera dado la orden. La promesa del Que Es se había cumplido. El regalo del Rey Noviembre había sido descubierto y había sido capaz de ejercer el fin para el que fue creado. Men había cambiado ya la vida de 4 personas amigas.

El Que Es respiró tranquilo y, dicen los ángeles, que sonríe desde la Nube Eterna cada vez que ve sonreír a Men y a sus cuatro amigos. Al fin y al cabo, reir es un invento divino y más si se produce en compañía.
Datos del Cuento
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1 comentarios. Página 1 de 1
Rebelde sin Causa
invitado-Rebelde sin Causa 06-06-2003 00:00:00

Tanto tiempo perdido para un final tan anodino. Mejor busca un argumento más lógico.

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