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¡Aurelia!

Platicaban María y su madre una noche sobre hechos delictivos. No era usual en aquel tiempo hablar de eso, aunque aisladamente se daban algunos casos, eran tan aislados y por lo mismo, poco comentados. Más ese día había ocurrido un hecho brutal y por lo desconcertante de ello, las dos se hacían cruces pensando en el por qué de algo tan violento.

Pasaron las horas en la charla, hasta que la madre de María dio por terminada semejante plática y además ya había caído la noche, de hecho era ya casi de madrugada. María asintió, le dió un beso de "buenas noches" y salió dispuesta a entrar en su habitación llevando bajo el brazo, como era su costumbre, algún libro que leería antes de dormirse.

Era un libro de los de Agatha Christie, así que en su mente seguían los hechos policíacos. Se cambió las ropas de día que aún llevaba y se puso una pijama calientita pues hacía algo de frío. Se metió en la cama después de limpiar su cutis, se alegraba de sentirlo fresco y terso, y se disponía a leer su novela aunque ya era tarde y el sueño la vencía, cuando de pronto, escuchó un par de balazos, dos disparos muy claros.

Se enderezó y no queriendo molestar a su madre, pensó que de alguna manera, no se habían escuchado tan cercanos los disparos. Se desplomó en las mullidas almohadas sintiendo al corazón querérsele salir por la boca. Trató de calmar sus nervios y tomando otra vez el libro, pensó en descansar su mente, aunque a esa hora y con Agatha... se sentía inquieta, intranquila.

De pronto, entraron unos sonidos de lucha, claramente las mesas del patio en donde se daban a veces cita para comer algunas carnes asadas y siendo las mesas de metal, sonaban muy fuerte en sus movimientos pegando con las sillas del mismo material, era casi todo un estrépito. Resonaban lamentos y quejidos, era seguro: serían dos hombres luchando y uno de ellos mal herido. Lo pensaba así por el tipo de ruido que se escuchaba y qué decir de los lamentos, uno se quejaba más fuerte que el otro.

María no se contuvo más y saliendo de su habitación apresuradamente, fue en busca de su madre hasta la habitación de ella, que por cierto estaba retirada, para llegar a ella debería pasar por el cubo de la escalera y el corazón se le aceleraba cada vez más conforme iba en aumento su temor. Y todo oscuro, apenas se distinguían las siluetas de algunos muebles.

Llegó temblorosa a la puerta de madera de la habitación de su madre, viendo o tratando de adivinar en la oscuridad, dobde tocarle y en eso sintió a sus espaldas que alguien pasaba... fueron pasos muy claros. ¿qué hacer? decía para sí María.- Se preguntaba si contestar o no...

Se atrevió a tocar a la puerta con los nudillos de su también temblorosa mano, y ahora sí estaba sintiendo los latidos de su corazón con una fuerza brutal y un presuroso palpitar, toda una taquicardia; deseando salir bien librada de esto que ahí estaba ocurriendo, fuera lo que fuera... los disparos habían sido inconfundibles y después aquel chirriar de las mesas metálicas y hasta las sillas y los gemidos de dolor... "me muero o me matan", pensaba la pobre María.

Después de tocar quedamente la puerta, decidió hacerse una bolita para que aquel hombre que había atravesado el umbral y se había seguramente metido el alguna otra pieza para resgurdarse de su agresor, no la viera, pero sentía a su madre que le preguntaba: María, ¿eres tú?... Silencio... sólo el palpitar hasta en sus orejas y hecha un ovillo no atinaba a contestar pues era seguro que la escucharía el maleante, el mal herido o el bandido. El hombre aquel que se había metido y ella lo percibía peligroso, aunque herido.

--- Preguntó una ves más: María, María, ¿eres tú?. Y con un imperceptible y casi inaudible hilillo de vos, María contesto: si, si soy yo, ¡ábreme por favor, madre!

¿Sabes lo que ha ocurrido allá afuera? ¡¡No lo imaginas!! Dos hombres han reñido, se han baleado y estoy aterrada... creo haber sentido a uno de ellos pasar a mis espaldas, subió por la escalera tan presuroso que no lo vi sólo lo escuche y debe haberse metido en algúno los cuartos contiguos.

¿Estás segura, María? Yo nada he escuchado.

Segura, segura estoy que todo ha sido como te lo digo, ¿qué haremos? De esta habitación no hay que salir, no sea que a nosotras nos pase algo malo también.

Dando un medio giro, fue la madre de María a su mesita de noche, haló un cajón y sacó un revolver. Mira querida, si es cómo me lo dices, no vamos a dormir con un ladrón aquí encerradas tú y yo mientras algo más pasa.

-- Se agigantó su figura cuando cortó cartucho y se dirigió a la puerta.

¡No, madre, no abras! estará acechando el fulano y nos puede hacer daño...

--Sin aparentar miedo o duda o algún temor, abrió la puerta ... siempre con el arma bien plantada y al frente, el dedo en el gatillo, los seguros quitados, el cartucho cortado...

-- Seguró habrá otro muerto... para sus adentros María pensaba.

De esto ya nada nos salva, ya nos tocaba morir quizá, y empezó a orar siguiendo a su madre siempre como una gran cobarde, por detrás, a sus espaldas, como escondiéndose de un posible fuego cruzado.

¡Muerta de miedo, en pocas palabras!

Así como los pasos se habían escuchado, ligeros por la mullida alfombra, la noche estaba bastante oscura, nada de luna y las luces ya todas apagadas. De la calle entraba una poca de luz de los arbotantes, pero en realidad todo era penumbra.

Se escucharon nuevamente unos pasos así igualmente ligeros aunque apresurados.

--- Las manos con el revolver no temblaron ni un ápice, ella iba segura de lo que hacía. No sería en su vida la primera vez que un arma tuviera que disparar si se llegara el caso, además se sabía controlar y tenía muy buena puntería.

Esa poca luz de los arbotantes y la espera de ver a quien diera esos pasos, fue instantanea.

¡¡Aurelia!!, pero ¿qué hace usted aquí y a estas horas?

---Cuidaba al niño, -- respondió la interprelada-- pero creo haber escuchado algunos ruidos, pensé que debía abrir la puerta por si era María que ya llegaba, pues tengo ese pendiente.

¡¿Pero que dice, Aurelia? María llegó ya tiene rato.

---No escuché nada más que unos ruidos y pensé -- repetía Aurelia, pensé que era la chapa de la puerta de abajo y que María era la que llegaba, pensé que no traería sus llaves y me disponía a bajar, pero no vi a nadie al asomarme por el cubo de la escalera. Así que regresé a la recamara del niño presurosa, caminando de prisa, quizá hasta coriendo, pues lo escuchaba también a él un poco inquieto.

Mientras Aurelia daba su esplicación, la madre de María volteaba a ver a ésta como diciendo: "así que dos hombres luchaban, así que había heridos y hasta gemidos, así que se había metido uno de ellos". Claro que para entonces el arma ya descansaba a su lado, el dedo fuera del gatillo, los seguros puestos y sacadas la balas del revolver. Quedaba ya todo aclarado.

¿Aclarado?

¡Nada!

Se supo al día siguiente que el velador, creyendo haber visto algo poco usual, lanzó dos disparos al aire; los perros que servían de guardianes para la casa, por algún motivo desconocido, habían reñido o jugado sobre las mesas de metal haciendo todo aquel ruido y haciendo los gemidos; los pasos a las espaldas que se habían sentido eran los de Aurelia al asomarse a ver si ya había llegado María

María , María... y su imaginación. Dejó por un tiempo las novelas policíacas y se fue haciendo de más temple, de hecho hubiera querido tenerlo como el de su madre, pues de haber sido ella quien llevara el dedo en el gatillo, ¿quién sabe qué podría haber pasado?

Lo bueno es que no pasó nada, sólo es la imaginación, que si no se frena, que si no se contiene, puede llegar hasta crear bandidos heridos, balaceras, pleitos y en un descuido, hasta causar una muerte si no hay control; si la vista falla, si, el imaginar cosas inexistentes tiene muchas consecuencias, buenas o malas y de ahí que se cuiden los sentimientos, se le ponga brida a la imaginación para que no invente cuentos y por encima de todo, tener temple y qué temple!



Lara Elra Cira


Gracias mamá por ser como fuiste
Añoro tus cuidados y quisiera aún
ahora llegar a tener tu temple... ¡y qué temple!
Datos del Cuento
  • Categoría: Policiacos
  • Media: 5
  • Votos: 97
  • Envios: 2
  • Lecturas: 7971
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