El objeto de esta misiva es reivindicar a una generación, la mía, la de todos aquellos que nacimos entre 1970 y 1976 (año arriba, año abajo), la de los que estamos currando en algo que nuestros padres ni podían soñar, la de los que vemos que el piso que compraron nuestros padres ahora vale 20 o 30 veces más, y el nuestro lo estaremos pagando hasta los 50 años.
Nosotros no estuvimos en la Guerra Civil, ni en el mayo del 68, ni corrimos delante de los grises, no votamos la Constitución y nuestra memoria histórica comienza con el Mundial de España 82 y el Naranjito. Aunque nacimos en una dictadura, siempre hemos tenido una conciencia democrática. Por no vivir activamente la Transición se nos dice que no tenemos ideales, pero sabemos de política más que nuestros padres y de lo que nunca sabrán nuestros hermanos pequeños y nuestros descendientes.
Somos la última generación que aprendió a jugar en la calle a las chapas, la peonza, las canicas, la comba, la goma o el rescate y, a la vez, somos la primera que ha conocido los videojuegos, ha ido a parques de atracciones o ha visto dibujos animados en color. Los Reyes Magos no siempre nos traían lo que pedíamos, pero oíamos (y seguimos oyendo) que lo hemos tenido todo, a pesar de que los que vinieron después de nosotros sí lo tienen todo realmente y nadie se lo dice.
Se nos ha etiquetado de “Generación X” y tuvimos que tragarnos bodrios como Historias del Kronen o Reality Bites y creer que estábamos nosotros reflejados (si te gustaron en su momento, vuélvelas a ver, verás que chasco).
Lloramos con la muerte de Chanquete, con la madre de Marco, que no aparecía, y con las maldades de la Señorita Rottenmayer; nuestra primera canción del verano fue “Los Pajaritos” (1981) y nuestra primera tele fue en blanco y negro.
Hemos visto a Maradona hacer campaña contra la droga, nos reímos de un anuncio que decía que si el Madrid era otra vez campeón de Europa, y durante un tiempo tuvimos al baloncesto como el primero de los deportes.
Hemos vestido vaqueros de campana, de pitillo, de pata de elefante y con la costura torcida; nuestro primer chándal era azul marino con franjas blancas en la manga nuestras primeras zapatillas de marca las tuvimos pasados los 10 años.
Entramos al colegio cuando aún existía Castilla la Vieja, cuando el 1 de noviembre era el día de Todos los Santos y no Halloween, cuando todavía se podía repetir curso y el profesor te podía arrear un regletazo; fuimos a la universidad con unas buenas notas y con una masificación impresionante, pidiendo prórrogas en la mili y objetando. Somos los primeros en incorporarnos a trabajar a través de una ETT (gracias al PSOE) y a los que no les cuesta un duro echarnos del curro (gracias al PP).
Siempre nos recuerdan acontecimientos de antes que naciéramos, como si no hubiéramos vivido nada histórico. Pero nosotros hemos aprendido lo que era el terrorismo contando chistes de Irene Villa, vimos caer el muro de Berlín y a Boris Yelsin borracho tocarle el trasero a una secretaria; los de nuestra generación fueron a la guerra (Bosnia y otras) cosa que nuestros padres no hicieron; gritamos “OTAN, no bases fuera”, sin saber muy bien qué significaba y nos enteramos de golpe un 11 de septiembre.
Aprendimos a programar el video antes que nadie, jugamos con el Spectrum, odiamos a Bill Gates, vimos a Perico Delgado anunciar los primeros móviles y creímos que Internet sería un mundo libre.