Willy era un camello al que le gustaba mucho viajar. Trabajaba en un circo y le encantaba ir de un sitio a otro en su remolque.
Un día de invierno, en medio de un trayecto entre dos ciudades, el tren se paró de repente. A lo lejos escuchó las voces nerviosas de los responsables del circo. Decían que el hielo de la vía había hecho detenerse al tren. Hasta que lo retirasen, iban a tener que esperar dentro de los vagones. Willy estaba nervioso porque pensaba que no llegarían a tiempo para la función del día siguiente.
Tras dos horas parados, el tren reanudó la marcha pero sólo durante un par de kilómetros. Tras recorrerlos, el maquinista frenó de golpe y las puertas se abrieron. Del susto, todos los animales empezaron a salir despavoridos de los vagones.
Willy no tenía miedo, pero se vio arrastrado por sus compañeros. Antes de darse cuenta, estaba en medio de la nada. Era de noche y, como no conocía la zona, se sintió perdido y sin saber a dónde ir. Gracias a su olfato consiguió orientarse un poco y, en medio de la oscuridad, llegar hasta una granja.
Allí le vieron llegar con extrañeza y le dieron de comer. Como en la granja nunca habían tenido camellos, no sabían qué darle así que le ofrecieron un poco de pan con leche que Willy aceptó agradecido.
Le dejaron dormir al lado de las vacas, sobre un montón de paja seca. Las vacas le contaron que allí vivían muy tranquilas, que las lavaban y peinaban todos los meses y que hasta les ponían música para relajarse. Esa noche Willy, aunque echaba de menos a sus compañeros, durmió muy feliz. Pensó en que a él también le gustaba mucho la música y en que hacía mucho que no dormía viendo las estrellas.
Por la mañana, llegaron los responsables del circo a buscar a Willy. Llevaban toda la noche buscando a los animales perdidos. Los más rebeldes habían sido los pingüinos.
Willy se despidió agradecido de los granjeros que le habían acogido y volvió al tren. Ya había dejado de nevar, así que les fue fácil llegar hasta su destino. Por el camino, el camello contó a sus amigos lo amables que habían sido las personas de la granja, pero también que había pasado algo de miedo cuando se vio perdido en medio de la noche. Gracias a su intuición había llegado hasta esas personas que le habían ayudado sin pensárselo dos veces.