Nací y crecí en el seno de una humilde familia trabajadora, hace treinta y nueve años. Educado en la religión catolica desde que vi el mundo por primera vez. Y aunque fuí creyente del Santo Padre, nunca me dejé ver en los templos que el hombre construyó para EL.
- Para hablar con DIOS, pensaba y pienso, no es necesario acudir a la iglesia, ya que se halla en todas partes, se encuentra dentro de cada uno de nosotros y no importa donde estemos para rezarle. Además, ¿qué podía darme un representante del PADRE?, ¿es qué aquél "intermediario", en definitiva, iba a tener alguna centralita conectada con el REINO, y así darme comunicación con EL?. Para que hablar con uno de estos hombres, si podía hacerlo directamente con el Señor. Estas cuestiones y otras tantas más me empezaron a turbar, mi Fe se empezó a desmoronar desde los cimientos de la iglesia. Y así fué por las noticias que me llegaron de varios delitos cometidos por estos hombres de DIOS, ellos, los que nos educan con la PALABRA, estaban quebrantando los mandamientos del Señor. Violaciones a niños, religiosas embarazadas, curas con amantes llevando una doble vida, sacerdotes metidos en negocios fraudulentos, amasando fortunas...
Pero no quisiera adelantarme a los hechos o circunstancias, y trataré de atenerme cronológicamente, y sin extenderme demasiado en lo que este humilde escritor experimentó hasta el Glorioso desenlace que lo llevó de vuelta a la VERDAD.
Aunque hice algunas travesuras, como cualquier chiquillo, siempre elogiaron mi serenidad, mi disposición para ayudar en lo que fuera menester y en el momento que fuese necesario, mi capacidad de animar al más desanimado, mi cariño hacia los demás, mi respeto, y mis ganas de saber. Estos "dones", junto a la compañía de mis Hermanos, Cristobal, Manuel, Javi, Salvador, y Antonio José, más el amor que nos proporcionaba nuestra entregada madre y la atención del cabeza de familia, me permitieron ver florecer aquella sensación de bondad que deseaba emitir su luz con intensidad.
Y cada noche al cerrar los ojos, me imaginaba a mi amigo JESUSITO y hablaba con EL, y le rezaba una entrañable oración que me regaló mi buena madre (ANA):
"JESUSITO de mi VIDA, eres niño como yo, por eso te quiero tanto que te doy mi corazón, tómalo, tómalo, tuyo es y mio no, no me dejes solo ni de noche ni de día, por que me perdería".
Que lejos estaba entonces de imaginar lo que me tenía reservado el destino, o debería decir mejor LA PROVIDENCIA.
Al ir haciéndome mayor, aquella "mágia" que había brillado en mí, fué desplazada, empujada por la horrible Máquina de las mentiras, traiciones, falsedades, sufrimientos, que no supe capear.
Un desfile de tormentos aparecieron sobre mí, tentando mi FE, hiriendola, zarandeándola, poniéndole la zancadilla, mostrando falsas caras, oprimiendola... Aún así no pudieron extinguirla, mas como dije, lograron desplazarla. Y al mismo tiempo "algo" hizo desaparecer lo bueno que de aquel niño quedaba. Aunque seguía rezando al PADRE, mi corazón ya no sentía con la misma intensidad de aquel tiempo de inocente e inmaculada infancia.
El obligado destierro de la FE a otros confines de mi ser ya no me permitía contemplar ni acariciar su espléndida LUZ. Y cansado de ser agredido por los infortunios, decidí refugiarme en en el mundo de la escritura, en el mundo de los sentimientos en letras, de los temores amenazantes que pasean entre líneas, en el mundo de paz y esperanza de la tinta azul de mi bolígrafo, en ese mágico mundo invisible que nos espera en las páginas de impoluta blancura.
Necesitado de mi añorada FE, pensé en buscarla en el única sitio que podía estar: en los confines de mi ser, del ser humano. Pobre ignorante y ciego escritor, prtender adentrarse en un mundo "desconocido" sin haber metido en la mochila todas las herramientas necesarias para llevar a cabo semejante empresa.
El transcurso de dicha búsqueda no pudo ser más desastroso. Aunque la PROVIDENCIA siempre estuvo ahí, observando todos mis pasos, verificando cada una de mis dolorosas caídas y salvándome en más de una ocasión de la misma muerte,(lo que yo no entendí hasta más tarde), me dejó andar el camino que yo había elegido(¿?).
Al sentarme frente al cuaderno de blancas hojas mi mano ni se inmutó, mi cerebro estaba bloqueado, vacío, allí no quedaba ni un archivo de humanidad. Podía recurrir a las Santas Escrituras, y así de paso tener la oportunidad de encontrar una buena dosis de FE, pensé. Pero el destino me tenía preparado un penoso camino.
Después de leer el Antiguo y Nuevo Testamento, no se por que, en aquella ocasión me desorientaron aún más, provocando una serie de dudas. No fuí capaz de entender, no fuí capaz de desmenuzar aquellas enseñanzas DIVINAS. Y no fuí capaz por el hecho de encontrarme en las mismas puertas de las tinieblas, todo lo que iba más allá de mi vista se me aparecía cada vez más oscuro. Ahora se que si hubies mirado con lupa, quizás... Pero bueno, si quiero ser fiel a lo que ocurrió, y por mucho que me duela, seré lo más sincero que el Santo Dolor me permita.
Mi tremendamente pobre y ciego corazón me decía: ¿Cómo es posible que DIOS TODOPODEROSO esté de acuerdo, y más aún, que estuviera dentro de su Plan Divino, que su hijo EL ENVIADO, fuese torturado tan salvajemente para luego ser crucificado? No es justo, pensé.
Si era capaz de dejar que sufriera tal barbarie, ¿qué terribles penalidades podía esperar un ser humano?. Ignorante de mí. Si uno de los objetivos Divinos, con la crucifixión, era salvar a todos los hombres del pecado, ¿porqué en estos tiempos actuales se sigue viviendo en pecado?. ¿Es qué la ETERNA SABIDURIA cometía errores?. ¡Cómo los humanos!. Aquello me provocaba una gran duda, desorientándome y alejándome cada vez más, y encima a mi alrededor innumerables fariseos atacando con sus necedades.
La terrible oscuridad ya no me permitía, siquiera, ver el final de los remos que me empujaban en aquella misteriosa Mar.
Otra de las contradicciones que me atormentaban, ya que estúpidamente las volví a sobreponer en el mundo acual, eran los terribles acontecimientos que se desarrollaban en estos tiempos (guerras, atentados, maltratos, gobernantes ladrones, violaciones, miseria..), me turbaron todavía más, alejándome de la VERDAD, haciéndome perder la esperaza de encontrar a la Humanidad, quedando así mi sucia barca a la deriva, en medio de tempestades amenazantes.
Las cartas estaban echadas, ahora no podía dar la vuelta, tenía que encontrar a la humanidad. ¿Pero, dónde?. Sin los cimientos de mi FE, mi investigación estaba condenada a nuevos suplicios. Pero la PROVIDENCIA en su más infinita Sabiduría me dejó hacer. Y este humilde escritor volvió a enfrentarse a palabras invisibles, mas no pudiendo hacer aparecer esas letras que me revelarian los secretos de la VERDAD, y el tesoro de la comprensión, decidí experimentar con mi propio ser, esperando encontrar la señales que me conducirían al rescate de mi FE.
Bajé hasta lo más profundo de mis tinieblas, "disfrazado", para que la Fe no me reconociera y saliera huyendo de mí.
Me metí en la piel del marginado. La razón de ello era que pensaba que así descubriría la Fe que los mantenía en pie, y de esta manera arrebatarles un poco para mi. Y dejando atrás todo lo que me ataba, en mi mísera vida, remé hacia lo más profundo y recóndito del ser.
Mi papel de marginado requería actuar como tál, así que durante un tiempo me dediqué a observarlos. Pretendía saber, sentir, pensar, moverme, ver, oír, y hablar como uno de ellos. Deseaba conocer sus sufrimientos, alegrías, amores, hábitat, cultura, pensamientos... Quería en definitiva, encontrar la Fe en estado puro, desde el padecimiento más bajo del ser humano.
Al acercarme a esta "raza" no fuí muy bien acogido entre ellos. Yo no era de su "mundo". Desentonaba. No era habitual que alguien con una educación a nivel estudios y familiar, superior a ellos, y encima con unos ropajes limpios, sin rasgaduras, caros... hubiera llegado a sus tierras. Y menos aún podían entender que una persona de buen ver(eso decían), joven, 23 años en ese tiempo, alto, de cabellos rubios y cuidados, ojos verde, de piel blanca, sombreada por el sol Mediterráneo, y encima con un toque de amabilidad, pudiera haber llegado a su "galaxia".
Y aúnque me costó integrarme, finalmente me aceptaron, pero no fué gratuito. Tuve que hacerme amigo del vino encartonado, y como si de un ritual se tratara, cada día al vislumbrarse los primeros rayos de sol, aquel envase teñido por su propio líquido, pasaba de unas manos a otras, para acabar en la garganta del de turno.
Los días sucedieron unos a otros, mis ropas no tenían nada que ver con lo que eran, mi abrigo de cachemir se asemejaba ahora a un saco viejo, con bolsillos deformes. Mi aspecto dejaba mucho que desear, la suciedad formaba parte de mí, pasó a ser parte de mi patrimonio junto a su inseparable compañero el olor fétido. Mis cabellos habian dejado de tener color y la barba crecía a su libre albedrío.
Los comedores municipales se convirtieron en el más lujoso de los restaurantes, donde saborear un deliciosao plato de agua caliente con avacrem y trocitos de pan desmigado. Aquel restaurante-manicomio era inmenso, sin embargo no todos los aspirantes podrían conseguir un sitio, solo los más espabilados y rápidos lo conseguirian. Los más viejos y débiles solian ayunar. En el interior los enajenados hambrientos gritaban y se insultaban, otros discutian a viva voz consigo mismo, como si alguien en su interior no fuese capaz de oírles. Esto con el incesante chocar de los cubiertos contra los platos, se asemejaba a una escalofriante melodía infernal. Después del "festín" los voluntarios sociales nos habrian las puertas, invitandonos a salir a la Santa Calle.
Los dias fueron pasando, y mi búsqueda de la Fe se fué oscureciendo cada vez más. Aquellos hombres no eran más que desertores de la Verdad, dejaron el camino para coger el desvío de la locura (algunos de ellos con verdaderos problemas mentales). Para aquella gente, o seres, lo más parecido a Dios era el camastro que aveces conseguian en un centro de acogida. Y la vedad, por experiencia, el dormir bajo un techo y sobre uno de aquellos viejos colchones, se antojaba a Gloria Celestial (El descanso del peregrino).
La desesperación crecía por momentos, y sumido en aquellas tinieblas pasó el tiempo, o más bien, parecía que se hubiera estancado. El alcohol, aprobechando la oportunidad, se apoderó de mí, quedando así adoptado por la QUIMERA. Perdí la orientación de mi vida, de la VIDA, sumido en la más temida soledad, vacío. Y aunque buscaba como marinero en el mar, cubierta por la más negra de las noches, el Faro de la Fe, qu me guiase de nuevo al puerto de la Vida, no fuí capaz de encontrarlo. La oscuridad me absorvió, y deambulé sin rumbo, sin visión del más mínimo vestigio de LUZ, me lamentaba de mi situación, viendo como se disolvía en mis manos el "experimento" que debía resucitar mi espíritu humano.
Todo se desvaneció, y me quedé llorando, tumbado en la nave marina, mecida por las olas. LLORANDO. Maldiciendo. Odiando. Odiándome. Despreciando. Despreciandome. Castigando. Castigándome. Injuriando. Blasfemando. Ahogando y ahogándome. Y así perdido en mi propia trampa pasaron los años, llegando a aceptar mi transformación de desalmado, hasta que decidí abandonar aquella galaxia ruín (llevándome conmigo muchos testimonios de aquellos marginados, testimonios y secretos que solo se cuentan entre ellos), dejando atrás a algunos hombres buenos que se negaron a abandonar su carrera hacia la destrucción, empecé a remar.
Nada había aprendido de aquel calvario. ¿O, sí?.
Haciendo un esfuerzo por avanzar y no dejarme arrastrar por las corrientes de aquel oscuro Mar, gané unas brazas, navegando en solitario. Al fín logré divisar otro sistema galáctico. ¡Estoy salvado!, pensé. Pero al acercarme a él me pareció identico al mundo que había dejado atrás, no hacía mucho. Sin embargo sus habitantes vestían como yo lo había echo antes. El buen "nivel social" era normal (¿?), incuso estos seres me agogieron sin preguntar, sin murmurar. Me proporcionaron nuevas vestiduras. Me ofrecieron sus baños y perfumes caros. Sus peluqueros y asesores de imagen. Sus cocineros. Incluso me regalaron un "trabajo". El dinero volvía a llenar mis bolsillos y mis cuentas bancarias. No me faltaba de nada(¿?). Pero aquella hospitalidad también le costaría muy cara a mi pobre espíritu, a cambio debería asistir a sus interminables "fiestas" de la hermandad. Sin darme cuenta del engaño y debido al agotamiento de mi alma, cegado por el odio a todo, caí. Esta vez el riyual era absorver unos polvos blancos por la nariz. ¡Para sentirte mejor!, me confesaban eufóricos. Corría el buen whisky, los buenos coches, y las buenas mujeres. Risas, gritos, demencia. Charlatanes. Caricias gratuitas. Sexo gratuito. Relojes precisos. Desperación. Rabia. Depresión. Tinieblas otra vez. Huir. "Algo me decía que tenía que huir.
Salí corriendo, lleno de tristeza, mas al llegar a la orilla, mi barca ya no estaba. ¿Atrapado?. ¡Estoy atrapado!. DIOS, ¿dónde estás?.
Allí estaba, en forma de madero, flotando en las negras aguas. Me lancé, lo abracé, y lo interrogué: ¿Dios...Padre...eres tú?... Silencio, no hubo respuesta. Y lloré. Y dormí. Y soñé:
Aquel madero parecía propulsado por una extraña fuerza, su tacto era suave, no estaba frío como las negras aguas. ¡Parecía resplandecer!, emitía calor, un calor dulce que me envolvía. Me susurraba una oración de mi niñez... Todo el dolor, tristeza, angustia, desperación, amargura, sufrimiento, fustración, desolación, miedo..., se fueron disipando, fueron espantados por lo que me pareció un látido. El látido del corazón de aquel viejo madero flotante, dejando fluir al mismo tiempo toda una sensación de bonanza. Generosidad. Alegría. Paz. Luz. Amabilidad. Ternura. Compasión. Amor. Armonía, formando parte de un todo.
Desperté y...
CONTINUARA.
J.Landy