En su país habían decretado toque de queda a partir de la 1 de la madrugada, y Pedro se no se había dado cuenta que faltaban pocos minutos y él había salido tarde de la fiesta, con unos tragos demás. A esa hora ya no había movilidad, ni nada que lo llevara a su casa. Pensó en tomar taxi, y pagarlo en casa, pero recordó que sus papás no estarían y era un hecho que su hermana no le daría un centavo, aún si lo viera en tremendo apuro. Así que no le quedó otro camino que rogar a Dios que le diera fuerzas para correr y llegar a tiempo. Mientras así hacía, recordó historias sobre los soldados que patrullaban las calles mientras duraba el toque muchas veces habían disparado contra personas o vehículos, ocasionando muertes absurdas. Pero él confió en su suerte y se dijo "a mi no me ocurrirá!!".
LLegó a una esquina y vio tanquetas y soldados y se dio cuenta que ya habían pasado 8 minutos de la hora señalada. En eso escuchó una voz de "Alto, deténgase!" y varios disparos, se asustó y se tiró al piso, y así se mantuvo por segundos cubriéndose la cabeza con las manos. Cuando se atrevió a levantarla, vio que todo estaba más oscuro y cerca a él había un auto. Arrastrándose como pudo, logró meterse debajo de él.
"Aquí me quedo, hasta que todo esté tranquilo nuevamente"; esperó y pensando en no tener otro susto nuevamente, miró a tientas a su alrededor y divisó la entrada a un casa antigua que tenía un corredor para entrar. "Mejor es que me quede escondido ahí hasta que amanezca", y poniendo manos a la obra, sin hacer mucho ruido, se acercó al corredor de la casa, y tanteando en la pared, pudo divisar un letrero que decía: "Funeraria". "Qué mala suerte la mía, venir a dar a este sitio" se dijo, entrando sigilosamente para no ser oido por los soldados y caminó hasta llegar a unas escaleras, las cuales bajó. "Acá me quedaré hasta que llegue la luz del día" y se acostó a dormir. Durmió de un tirón, como nunca antes lo había hecho, despertándose cuando oyo voces de gente transitando. Se levantó renovado y comenzó a salir por el corredor, cuzándose con algunas personas, quienes parecieron no verlo. Salió a la calle, viendo a un grupo de personas que rodeaban a algo a alguien, se acercó para ver que ocurría escuchando los comentarios de las personas.
Una señora decía: "Pobre chico, tan joven y venir a morir así".
Y otro hombre dijo "Lo bueno es que murió cerca a la Funeraria, así que no tendremos tanto trabajo con el traslado".
Estas palabras lo sobrecogieron de miedo y mirando el cuerpo sintió que una corriente helada le recorría por la espalda.
Se estaba mirando a si mismo; el que había fallecido por varios balazos era él mismo.